#CrónicaTEFEI2024 por Jonathan Moreno – Candidato Provincia de Venezuela

#CrónicaTEFEI2024 por Jonathan Moreno – Candidato Provincia de Venezuela

En esta última semana de esta experiencia del TEFEI 2024 la cerramos con el retiro final, dictado por el Pbro. Pedro Pablo Múnera, Superior Provincial de la Provincia de Colombia. En estos tres días se abordó el tema de la experiencia de fe en clave sinodal la cual, promueve una Iglesia más participativa, donde todos los miembros son llamados a colaborar activamente en la misión evangelizadora y en el discernimiento de la voluntad de Dios, buscando siempre construir una comunidad más auténtica y unida en Cristo. La experiencia de fe sinodal enfatiza la importancia de discernir la voluntad de Dios como comunidad. Esto implica que los fieles, guiados por el Espíritu Santo, reflexionan y toman decisiones en conjunto, buscando siempre la verdad y el bien común.

Los fieles no solo participan activamente en la vida de la Iglesia, sino que también asumen la corresponsabilidad en su misión. Esto implica colaborar en la pastoral, en la caridad y en la evangelización, reconociendo que todos los bautizados tienen un papel activo en la construcción del Reino de Dios.

Asimismo, otro de los temas que se abordo fue la experiencia de la fe en clave de amor, comunidad y consagración a la Virgen María; profundamente significativa en la tradición cristiana, especialmente dentro del catolicismo. La fe no es simplemente un conjunto de creencias abstractas, sino una relación personal y amorosa con Dios. Esta relación se nutre a través del amor a Dios y al prójimo, siguiendo el ejemplo de Jesucristo. María, como madre espiritual, representa un amor puro y fiel a Dios que los fieles aspiran a imitar.

Dentro del retiro se tomó la línea de la fe antropológica como la capacidad del creer en el otro, en la medida que ese otro nos pueda revelar de sí mismo. Es más, el padre nos reafirmó que la fe se vive y se fortalece en comunidad. una comunidad cristiana que no solo ofrece apoyo mutuo y compañerismo, sino que celebra la fe a través de la liturgia y los sacramentos. María es vista como madre de la Iglesia y modelo de comunidad cristiana, siendo ejemplo de cómo los creyentes deben vivir en comunión y solidaridad.

El reverendo nos mencionó la importancia de la figura de María quien ocupa un lugar especial en la fe católica como la madre de Jesús y figura de Gracia y virtud. Los fieles recurren a ella en busca de intercesión y protección espiritual. La devoción mariana no solo fortalece la relación personal con María, sino que también une a los creyentes en torno a su ejemplo de humildad, fe y obediencia a la voluntad de Dios. El uso de la fe en relación con María implica un amor profundo a Dios y al prójimo, una vida comunitaria en la fe cristiana y una devoción que une a los fieles en torno a la figura de María como madre espiritual y modelo de virtud. Ya para final la semana realizamos un paseo de integración para fortalecer los lazos donde pudimos visitar la comunidad local San Miguel, donde viven sacerdotes de gran testimonio, de mismo modo se visitó la Universidad UNIMINUTO y otros lugares de la ciudad de Medellín.

Experiencia de San Pedro de los Milagros última fase:

San Pedro de los Milagros es un municipio colombiano ubicado en el departamento de Antioquia, es un pueblo marcado por la presencia de los padres eudistas que llegaron hace más de 100 años para dejar huella importe en este pueblo, que, todavía se mantiene su legado.

En el contexto pastoral, la experiencia en San Pedro de los Milagros puede caracterizarse por varios aspectos que voy a resaltar:

  1. Devoción y Tradición Religiosa: San Pedro de los Milagros es conocido por su profunda tradición religiosa y devocional. La comunidad local ha mantenido a lo largo de los años una fuerte identidad católica, con celebraciones y rituales que reflejan su fe arraigada.
  2. Participación de la Comunidad: La vida pastoral en San Pedro de los Milagros destaca por la participación de los fieles en las actividades en la casa de encuentros san Juan Eudes de los padres eudistas. Existen múltiples grupos y movimientos apostólicos que contribuyen al crecimiento espiritual y al servicio dentro de la comunidad.
  3. Trabajo pastoral del TEFEI 2024: Los candidatos estuvieron en la parroquia y otros escenarios espirituales en San Pedro de los Milagros organizando diversas celebraciones y eventos religiosos. Donde se incluyeron momentos de oración ante el Santísimo Sacramento, y otras actividades que fortalecen la fe y la unidad entre los habitantes de dicho pueblo, en los cuales cada uno de los candidatos estuvieron muy activos, liderando y dinamizando estos espacios.
  4. Pastoral de escucha: Además de las prácticas religiosas, la pastoral en San Pedro de los Milagros también se enfoca en el servicio de acompañamientos espiritual por los sacerdotes que están a cargo de esta experiencia, también la participación de los candidatos del tiempo especial; se realizaron dos jornadas de convivencia  para ayudar a los jóvenes en dos instituciones educativas, con el fin de atender a un llamado de la población que radica en un alto nivel de suicidio y drogadicción en esta población joven.
  1. Formación a nuestros asociados: se desarrolló una formación enfocada en la fe y el conocimiento de la Congregación de Jesús y María, como pilares importantes para que se apropien de la espiritualidad y por tanto de su lugar y labor dentro de los eudistas.

La experiencia en San Pedro de los Milagros se caracteriza por una rica vida pastoral, comunitaria y devocional, que permitió a cada uno de nosotros poner al servicio de las personas, nuestros carismas.

#CrónicaTEFEI2024 por Jefferson Uribe Quintero – Candidato Provincia Eudista Minuto de Dios

#CrónicaTEFEI2024 por Jefferson Uribe Quintero – Candidato Provincia Eudista Minuto de Dios

Del 11 al 13 de Junio, los candidatos del del TEFEI vivieron una experiencia formativa en torno a la figura de los asociados en la Congregación de Jesús y María. Entiéndase la figura de los asociados a nivel eclesial, como los laicos que descubren su carisma, su vocación, al interior de las comunidades religiosas. Varios ponentes acompañaron este espacio de contacto con la realidad de los asociados en las provincias de la CJM, ellos son Margarita Osorio quien compartió con los candidatos de manera presencial, y se ocupó de coordinar y moderar los encuentros con los representantes de los asociados en cada provincia y región donde hacen misión los eudistas en el mundo. Así mismo, Michèle Capou, coordinadora interprovincial de los asociados de la CJM.

Margarita inició mencionando a los primeros amigos de San Juan Eudes que lo apoyaron en el establecimiento y desarrollo de las primeras obras de su fundación, ellos son, María de Valles, Gaston de Renti, Juan de Bernieres, los Camilly, entre otros. Su apoyo fue de índole espiritual y financiero; por estas funciones, se puede decir que fueron los primeros asociados en las obras eudistas.

El término de “los asociados” se empieza a utilizar en 1968, en 1989 se comienza a legislar sobre ellos, y con el tiempo se generan los estatutos de los asociados donde se encuentran sus derechos y deberes. En 2007 se aprueba la identidad y pertenencia de los asociados a la Congregación y en 2019 se expide el directorio general de los Asociados.

Por otro lado, expuso la estadística de los asociados en la Congregación, a saber, 394 asociados en la provincia de Colombia, 163 en la provincia del Minuto de Dios, 35 de la provincia de Francia y 5 de Italia, 73 de América del Norte, 54 de Venezuela, y 203 en la provincia de África, dando un resultado de 927 asociados eudistas en su totalidad.

Por su parte, Michèle Capou de Francia, se refirió a los asociados como aquellos laicos que reciben el llamado de Cristo para seguirlo en la escuela de San Juan Eudes, apoyando en la misión que corresponde a cada provincia. Así mismo, especificó que los asociados eudistas de las provincias se reúnen dos días al mes y tienen una conferencia anual, expiden dos boletines y realizan un retiro al año, han implementado un espacio para la oración entre los asociados el 19 de cada mes.

También se especificó el proceso para la asociación de un laico a la Congregación, el cual consiste en una formación inicial de por lo menos un año de estar sumergido en la espiritualidad de san Juan Eudes, la vida fraterna y conocer la obra Vida y Reino de las Almas Cristianas de San Juan Eudes. Posterior a su asociación se le vincula a la provincia que corresponde a su lugar de residencia y de esta manera a una obra de apostolado que dicha provincia determine.

Los deberes de los Asociados consisten en estudiar y difundir el carisma eudista, promover las vocaciones, orar y apoyar a la congregación, vivir las fiestas eudistas y colaborar de ser posible, financieramente a la congregación.

De otro lado, se contó con la participación presencial de algunos asociados eudistas de las provincias de Colombia y del Minuto de Dios provenientes de Medellín, quienes complementaron la exposición virtual sobre el quehacer de ellos en sus respectivas provincias y realizaron un compartir con los candidatos del TEFEI.

Por último, se llevó a cabo un encuentro con los representantes de la Juventud misionera eudista (CIJME) quienes fueron aprobados en la congregación el 01 de abril de 2023. Ellos se anexan a la espiritualidad eudista y llevan a cabo ejercicios de misión en los lugares donde se requieren.

Como conclusión de esta experiencia formativa se debe tener en cuenta que los asociados eudistas no son una simple extensión de la congregación, sino que son parte fundamental de ella, pues de este modo lo enseñan las constituciones. En este sentido, los eudistas asociados piden que se acoja la sinodalidad en la congregación, pues es un bien para toda la iglesia en donde todos caben.

 

Los Eudistas, comprometidos con la cultura del buen trato

Los Eudistas, comprometidos con la cultura del buen trato

“Preocupados porque la Iglesia tenga siempre buenos pastores, colaboran, según sus posibilidades y el llamamiento de los obispos, en suscitar vocaciones, en la formación y en el servicio a los presbíteros y demás ministros”[1], así rezan las Constituciones de la Congregación de Jesús y María, texto normativo que enmarca el ser y el hacer de los eudistas, y que se aproxima a describir el principal adjetivo con el que se conocen a estos obreros del Evangelio, formadores. Es importante señalar, que la dimensión de la formación en nuestro tiempo, en comparación con la época del surgimiento de nuestro carisma, ha tenido un encuentro con una necesaria reingeniería o adaptación, que arropa la misión del consagrado y la misma vida, con el objetivo primordial de que “todos los hijos de Dios dispersos, se reúnan en la unidad” (Jn 11,52).

El inicio del nuevo milenio se dio a la sombra de una serie de escándalos que marcaron la misión de la Iglesia norteamericana debido a la publicación, por parte de la prensa secular, de una investigación que daba cuenta de una serie de abusos por parte del clero en la Iglesia de Boston, Massachussets, en los Estados Unidos; eso abrió el tema a escala pública y destapó una serie de verdades que colocaron el ojo colectivo en la Iglesia de Jesucristo.

Ante todo, al darle una mirada a la situación de los abusos en el seno de la Iglesia, obligatoriamente debe situarnos en el semillero del ministerio sacerdotal, la formación inicial. Ya en el entorno eclesial se ha tomado conciencia de la necesidad de una profundización en una serie de aspectos, entre ellos, el aspecto motivacional de un aspirante al sacerdocio, y más aún en el entorno de la formación eudista. Según el padre Hernán Alzate cjm, hay que basarse en “la lectura del ser humano que vive constantemente en la tensión de una polaridad la cual no es coincidencia del vivir sino una característica de su configuración”[2]. Vienen a nuestra mente las preguntas ¿qué valores lo mueven? ¿cuáles son sus necesidades?, ejercicio que sólo es posible por medio de un acompañamiento verdaderamente cercano que pueda penetrar los deseos, impulsos, heridas, anhelos, todo su universo personal, inclusive el de su pasado, entorno familiar y de allegados, pues muchos son los elementos del proceso de crecimiento de una persona que desarrollan trastornos o patologías que puedan desembocar en un sinfín de abusos – no sólo sexuales – también de autoridad, poder o consciencia.

Con juicios inmediatos, en nuestros días se señala la figura del clérigo y se le vincula de manera tajante y lapidaria con el perfil de pedófilo o abusador, dada la negativa afectación que la masificación de las noticias ha hecho contra la imagen del consagrado; sin embargo es válido destacar que según estudios que las propias ciencias humanas han realizado a individuos “no es posible indicar un tipo de correlación directa o comorbilidad en la que puede ser más prevalente una parafilia u otra”[3] (…) “el pedófilo tiene el aspecto de un hombre común, no tiene ningún signo distintivo del cual se deberá desconfiar. Es un tipo banal y muy astuto, dotado de gran sensibilidad, un manipulador experto”[4], de allí que el mito de la consagración sacerdotal como medio de transformación de un hombre en abusador, comenzaría a derrumbarse.

A la par de estos estudios, la Iglesia ha asumido una actitud correctiva y preventiva frente a la ocurrencia de los abusos, que con el correr del tiempo, se han visibilizado mucho más en distintos puntos del globo terráqueo y han endurecido las medidas que desde la curia romana son dictaminadas.

Alrededor del año 2002, a propósito de lo ocurrido en la costa este norteamericana, se dio un hito importante y fue la posición asumida por la Conferencia Episcopal Nacional de los Estados Unidos, la cual se comprometió a afrontar el tema con la implementación de unas líneas guías que rigieran el accionar en este ámbito, conocidas como el “Dallas Charter 2002”.

Este paso se da a la par de una serie de acciones impulsadas por los tres Pontífices que han ocupado la Sede de Pedro en las últimas dos décadas, esto ha permitido que se vaya madurando la postura de la Iglesia en términos de atención de los abusos; en este orden se pueden mencionar los esfuerzos hechos por el entonces Papa Juan Pablo II con el Motu Proprio “Sacramentorum Sanctitatis Tutela”, la explicación, ampliación y actualización de esta carta, hecha por el Papa Benedicto XVI en el 2010, el Motu Proprio “Como una Madre amorosa” escrito por el Papa Francisco en el 2016, como carta a los Obispos, pidiendo diligencia en la protección de los más débiles,  el Motu Proprio “Vos estis lux mundi”, publicado en el 2019 por el actual sucesor de Pedro, el cual concreta las normas que deben regir a la Iglesia en caso de abusos, particularmente el rechazo al encubrimiento de los mismos. El más reciente de los instrumentos es el Vademécum sobre algunas cuestiones procesales ante los casos de abuso sexual a menores cometidos por clérigos, el cual no es un texto normativo ni legislación, es un manual (primordialmente para juristas) que busca guiar a quienes deban establecer la plausibilidad de una acusación cuando un clérigo es señalado de abuso de menor.

Todo esto ha significado un largo camino de dolor, pero que a la vez se ha transformado en acción y ha llevado a la Congregación de Jesús y María a entrar en sintonía con una cultura que preserve la dignidad de las personas, muy en sintonía con el llamado del Papa Francisco reflejado en Gaudium et Spes, “A fuer de criatura, el hombre experimenta múltiples limitaciones; se siente sin embargo ilimitado en sus deseos y llamado a una vida superior… atraído por muchas solicitaciones, tiene que elegir y que renunciar[5]. Con la realización del Foro para dar a conocer las Normas aplicables a la Congregación de Jesús y María en materia de abusos, el padre Jean-Michel Amorioux cjm, Superior General de los Eudistas, dio un paso adelante en la apropiación congregacional de un tema que mancha actualmente a la Iglesia y ha dejado profundas heridas en el mundo entero. Es el signo de la apertura de una nueva cultura o modo de vida del “buen trato”, que desde la CJM debe permear nuestra Iglesia y espacios de misión en general.

A partir de las directrices dadas por el Papa Francisco, cuatro acciones han de guiar a la Iglesia en el caso de presentarse un abuso: 1. Aprender de nuestros errores; 2. Afrontar el problema; 3. Asumir políticas de protección y 4. Atender a las víctimas. En un espíritu de comunión, Monseñor Luis Manuel Alí, Obispo auxiliar de Bogotá y miembro de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores, disertó junto a una importante población de candidatos, incorporados y asociados a la CJM, los 5 principios que han de regir a la Iglesia en este tema:

  1. Responder con celeridad ante toda acusación.
  2. Retiro del perpetrador de sus responsabilidades ministeriales.
  3. Reporte a la ley civil y cooperación con la misma.
  4. Preocupación por el bienestar emocional y espiritual de las víctimas y sus familias.
  5. Confidencialidad de los implicados y atención a los miembros.

Bien vale aclarar, que todas estas acciones actuales fueron abordadas por el Papa Francisco en un encuentro denominado “La protección de los menores en la Iglesia”, realizado del 21 al 24 de febrero de 2019, en el cual estableció 8 pautas que marcarían la guía del accionar eclesial en adelante. La primera establecería el cambio de mentalidad de la Iglesia “para combatir la actitud defensiva-reaccionaria de salvaguardar la institución, en beneficio de una búsqueda sincera y decisiva del bien de la comunidad”; la segunda, “la Iglesia nunca intentará encubrir o subestimar ningún caso (Discurso a la Curia Romana, 21 de diciembre 2018); tercera, “se necesita imponer un renovado y perenne empeño hacia la santidad de los pastores (…) se reitera entonces su firme voluntad de continuar, con toda fuerza, en el camino de la purificación; cuarta, “la exigencia de la selección y de la formación de los candidatos al sacerdocio con criterios no solo negativos, preocupados principalmente por excluir a las personas problemáticas, sino también positivos para ofrecer un camino de formación equilibrado a los candidatos idóneos, orientado a la santidad y en el que se contemple la virtud de la castidad”; quinta, “reafirmar la exigencia de la unidad de los obispos en la aplicación de parámetros que tengan valor de normas y no solo de orientación”; sexta, “Acompañar a las personas abusadas, pues el mal que vivieron deja en ellos heridas indelebles que se manifiestan en rencor y tendencia a la autodestrucción”; séptima, “la protección de los menores debe tener en cuenta las nuevas formas de abuso sexual y de abusos de todo tipo que los amenazan en los ambientes en donde viven y a través de los nuevos instrumentos que usan, como es el caso del internet”; y octava, “para combatir el turismo sexual se necesita la acción represiva judicial, pero también el apoyo y proyectos de reinserción de las víctimas de dicho fenómeno criminal. Las comunidades eclesiales están llamadas a reforzar la atención pastoral a las personas explotadas por el turismo sexual”[6].

En la misma línea, la Congregación de Jesús y María ha hecho lo propio para “garantizar que el pueblo de Dios encontrará en ella un espacio seguro en el que no tenga cabida ningún tipo de abuso”[7], y para ello ha construido un documento que procura ante todo “prestar atención a las personas, principalmente a las víctimas, para asegurarse de que sean escuchadas y acompañadas, el establecimiento de una serie de normas y protocolos aplicables en caso de denuncias de abusos   sexuales a menores o personas vulnerables, además del fortalecimiento de la formación inicial y permanente de los eudistas y de todos los que colaboran con nuestra misión en orden de crear ambientes seguros.

Es un compromiso no sólo como hombres, sino especialmente como aquellos que hemos sido llamados a una misión especial en nombre de Dios, adhiriéndonos a nuestras Constituciones (n. 16) “los Eudistas son solidariamente responsables de la vida y del apostolado de la Congregación”, pues “recuerden que una sola alma es un mundo delante de Dios”.[8]

José Andrés Hurtado Soto

Candidato Eudista – Provincia Minuto de Dios

Referencias:

[1] Constituciones 2

[2] La Formación de Jesús en nosotros, p 207

[3] Pacciolla et al., 2016, p. 17

[4] Pittet et al., 2017, p.55

[5] La Formación de Jesús en nosotros, p 208

[6] Discurso del Santo Padre Francisco al final de la Concelebración Eucarística

[7] Normas abusos CJM 2021, p 2

[8] OC X pag. 480

 

 

 

 

 

«Aquí estoy, envíame, la misión eudista de remar mar adentro»

«Aquí estoy, envíame, la misión eudista de remar mar adentro»

Una breve perspectiva de la vivencia congregacional de su misión fundacional.

“Los Eudistas actuales debemos tratar con grandeza de alma e in­mensa gratitud nuestra historia familiar, construida sobre el heroísmo de nuestros antepasados y regada con la sangre de nuestros mártires”[1]

Gerardo Velásquez Morales Cjm

Al aproximarse los 400 años de la fundación la Congregación de Jesús y María, los Eudistas hacen un giro paradigmático en su visión interna. Sin perder su esencia, han pasado de una lectura de vida comunitaria que se embarca en la misión, a la construcción de una comunidad reunida en torno a una misión. Esto es, la misión es la que los convoca y, por ello, han pasado de estar “juntos para la misión” a “para la misión juntos”[2] Y aunque parece ser un juego de palabras, que podrían no tener una trascendencia epistémica ni un impacto en el ser Eudista, evidentemente tiene una profunda relación en la vivencia de la comunidad.

Así pues, para comprender los hechos que motivan a este giro es necesario hacer una lectura del heroísmo cristiano vivido en la escuela de San Juan Eudes, pues, los Eudistas a imitación de su padre fundador, comprenden que la formación de Jesús es una necesidad vital para el pueblo santo de Dios. Y en este proceso gestacional y de encarnación dejan al lado sus diferencias humanas, culturales y sociales y se embarcan en la tarea de «Remar mar adentro» (Lucas 5, 4)

Ya lo enseña el recordado padre Teodoro Hamon cjm, sacerdote francés, quien, ante el llamado de su superior general, padre Ángel le Doré cjm, para ir a tierras colombianas e iniciar allí una nueva misión pronuncia las palabras que deberían de convertirse en la respuesta a las obediencias misionales de todo Eudista: “ECCE EGO, MITTE ME”. (Aquí estoy, envíame) Palabras que interpelan y retumban aún en los claustros, casas de formación y comunidades locales de los Eudistas en América.  Y que han quedado grabadas en la hermosísima capilla de Cristo Sumo Sacerdote del seminario Valmaría en Bogotá como signo de la valentía y el tesón Eudista.

Y ¿para qué embarcarse en un mar tempestuoso? Los fundadores y superiores de la Congregación son Jesús y María y este punto de referencia no se puede perder en la vida de ningún Eudista, ni de aquel que inicia su tiempo de probación ni del que ha entregado su vida en la edificación de la comunidad. En esa embarcación que navega hacia mar adentro los Eudistas viven el proceso remembranza de sus orígenes y en consecuencia, bien lo enseña el recordado padre Gerardo Velásquez cjm “la misión fue un acto de encarnación”[3]

La formación, como se ha dicho anteriormente, implica un proceso de gestación y alumbramiento. Y claramente no es un proceso fácil, sino que exige en el hombre una fuerza espiritual y anímica que solo podrá venir de Dios pero que siendo necesario es vital, pues el proceso de encarnación enriquece con nuevas luces, vidas y grandezas la vida y el carisma de la congregación. En el fondo, asumir una nueva misión es prologar el misterio de la encarnación, asumir las realidades a las que son destinados no como espectadores sino como miembros.

Solo se puede gestar si se entra en sintonía con los dolores profundos de las personas. Los Eudistas no llegan a Colombia con aires colonizadores o añoranzas de su tierra de origen, sino que encuentran que la tierra que los acoge necesita que se comience una fuerte labor en la construcción de una humanidad nueva.  Los Eudistas comprometen su vida en la futura Provincia de Colombia a crear hombres nuevos desde el corazón de Dios, y así como en Francia resonó el impactante “ECCE EGO, MITTE ME” en Colombia retumban las palabras de Monseñor Eugenio Biffi “EL VERBO DE DIOS SE HA HECHO CARNE”[4]

Al tiempo, la misión Eudista llegó a las tierras canadienses y éstos acogen a los franceses que han salido por la Revolución. Los Eudistas llegan a las inhóspitas tierras con factores ambientales y geográficos en contra, pero su convicción los impulsó al trabajo con tesón en la formación de Jesús. Así lo enseña el padre Ricardo Chinchilla cjm: “el espíritu Eudista es el que trabaja en la tempestad con alegría” y así la misión se logra, creyendo lo que el fundador dijo: ver en todo, la voluntad de Dios.

Pese a las barreras lingüísticas y culturales, los Eudistas ya se encuentran en Francia, Colombia y Canadá al final del siglo XIV. En la actualidad, en cuatro continentes, pero las distancias culturales y de pensamiento no podrán ser una limitante en el servicio congregacional, los une la misión y la preocupación por el pueblo de Dios. Por eso, hablar el lenguaje de la misericordia es el único que puede unirlos como seres humanos y cristianos Eudistas.

Lenguaje de misericordia que ha expresado Venezuela, una provincia golpeada fuertemente (como toda persona e institución en el entrañable país latino) por las dificultades sociales, políticas y económicas, sabe lo que es vivir la misericordia. “Des­de la llegada de los Eudistas a Venezuela, la experiencia misionera siempre fue un norte. La evangelización de comunidades y pueblos desasistidos y sin formación religiosa se hizo prioritaria y vemos cómo los sacerdotes empiezan a salir de los seminarios en las temporadas fuertes de misión para ir a ‘evangelizar’ a estos pueblos”[5]

Esa salida necesaria y vital por Dios lleva a los Eudistas de todos los lugares y de todas las épocas a encontrar al hombre. El padre Camilo Bernal cjm hablando del Siervo de Dios Rafael Garcia-Herreros dice: “buscando el encuentro con Dios encontró al hombre y a un hombre viviendo en un tugurio y encontrándolo se comprometió con él”. Entonces, comprometerse con el hombre y su dignidad no es solo del tiempo libre, sino que implica comprometer incluso el buen nombre del misionero que acercándose al mísero lleva la fuente de la misericordia.

Claramente el ejercicio misional no se puede realizar solo y ahí la clave es la comunidad que se une para llevar adelante el proceso gestacional y de encarnación. Y bien lo vivió el Siervo de Dios Rafael Garcia-Herreros: “Le vuelvo a decir que estoy desesperado por falta de un sacerdote Eudista. El padre Provincial dice que no tiene y es verdad”[6] .En el año 2009 se crea la Provincia Minuto de Dios, con una voz que retumba y hace vibrar los corazones de todos los Eudistas: “Que el corazón de Jesús nos conceda mucha audacia e intrepidez para hacer crecer el Reino de Dios y para formar entre nosotros, con Jesús y María, un solo corazón”[7] Así pues, el inicial desespero que expresa el padre García-Herreros es respondido por una comunidad que respalda su trabajo hablando de que somos un solo corazón. Y esa unidad comunitaria es profundamente conmovedora.

Los Eudistas a pesar de ser de diferentes latitudes se comprometen en el servicio misional, un Eudista es un hombre encendido en misericordia que se dedica a las misiones y a la formación. Durante este viaje de mar adentro, la misión ha cosechado frutos exuberantes y ha formado en los corazones de hombres valientes con mirada misericordiosa, que trabajaban decididamente. Así pues, la Congregación llega a los corazones africanos y los invita en palabras del padre Severin Lath cjm a: “dejarse interpelar por los primeros eudistas, y como Juan Eudes, a abrir con audacia los caminos nuevos para hacer crecer el Reino de Dios en África”

Esto es realmente emocionante, los Eudistas pronuncian con temblor en su voz el “aquí estoy” porque son conscientes de la necesidad de formar a Jesús en todos los cristianos, a pesar de las dificultades culturales y geográficas, porque saben que es la forma de construir un reino en el que la dignidad del hombre sea reconocida, reestablecida y cuidada. Llegan así a Europa, América, Asia y África. Pero principalmente al corazón de Jesús y María que con y entre nosotros son un solo corazón.

Jefferson García Castrillón | Candidato Eudista Provincia Minuto de Dios

Bogotá, Seminario de Valmaría, 2021

[1] Gerardo Velásquez Morales Cjm. El amanecer histórico de la Provincia Eudista de Colombia. Pendiente de publicación pág. 6

[2] Cf. De ITINERARIO EUDISTA DE LA FORMACION FORMAR A JESUS EN NOSOTROS, Ratio 2020 N° 58-61, para que le des fuerza al argumento. Y constituciones 16-22

[3] Gerardo Velásquez Morales Cjm. El amanecer histórico de la Provincia Eudista de Colombia. Pendiente de publicación pág. 20

[4] Gerardo Velásquez Morales Cjm. El amanecer histórico de la Provincia Eudista de Colombia. Pendiente de publicación pág. 27

[5] Solano, Martín cjm. 90 años en Venezuela, evangelizando y formando. Caracas, 2014. Pág. 31

[6] Jaramillo, Diego cjm. Los Eudistas en el Minuto de Dios. Corporación Centro Carismático Minuto de Dios. Bogotá, 2011. Pág. 12 Carta del Padre Rafael Garcia-Herreros al superior General el 20 de marzo de 1962

[7] Jaramillo, Diego cjm. Los Eudistas en el Minuto de Dios. Corporación Centro Carismático Minuto de Dios. Bogotá, 2011. Pág. 119

De la conversión personal a la conversión pastoral

De la conversión personal a la conversión pastoral

Descubramos el mundo donde tenemos que ser Iglesia.

El mundo contemporáneo experimenta a gran escala una acelerada cultura del cambio, los avances de la ciencia, la tecnología y los nuevos modelos de sociedad, afloran distintas realidades que suponen un reto para las estructuras actuales, desde el núcleo familiar hasta el aparataje organizacional de los Estados, teniendo en cuenta sus dimensiones políticas, económicas y sociales.

Hablar de cambio implica centrar la mirada en lo propio de la persona humana, detenerse en aquello que configura su antropología y lo abre al mundo de las posibilidades y de las relaciones, es entrar en el “caldo de cultivo” que permite su desarrollo y su mayor expresión en los distintos niveles de su multidimensionalidad, es tocar el corazón de su naturaleza que lo hace ser contingente y variable. Por tanto, hablar de cambio es hablar del hombre de ayer, de hoy y de mañana.

Sin embargo, el hombre que se encuentra habituado ontológicamente al cambio se enfrenta a un nuevo paradigma histórico, como lo afirma en su libro “Las edades de la globalización”, Jeffrey Sachs, economista y profesor norteamericano, “vivimos una aceleración del cambio” considerado este como una categoría propia de la innovación, en donde su aceleración exponencial, ha agilizado los procesos, cimentando así, una nueva era o época que obliga a descubrir dónde el ser humano debe ser.

Este “aceleramiento del cambio” ha tocado las puertas de la Iglesia, obligándola a preguntarse sobre sí misma y sobre el mundo: Iglesia, ¿Qué dices de ti misma y qué le dices al mundo de hoy? La institución eclesial no puede ser ajena a este fenómeno histórico que pone entre la espada y la pared a todas las estructuras sociales.

Esta situación posibilitó un importante acontecimiento mundial, el gran Concilio Ecuménico Vaticano II (1962 – 1965), que promovió un cambio o renovación en la vida de la Iglesia, con el fin de asumir el anuncio del evangelio en coherencia con las exigencias actuales; cada vez se tomaba conciencia de la brecha que existía entre la Iglesia y el mundo contemporáneo. El Papa San Juan XXIII (1881 – 1963) convocó el Concilio, convencido de que la Iglesia debía adaptar su predicación, su organización y sus métodos de pastoral a un mundo que se había transformado profundamente[1].

El sentimiento de cambio era evidente en todos los sentidos, incluso, aunque Juan XXIII no logró concluirlo, su predecesor, el Papa San Pablo VI, cuando se clausuró el Concilio, el 7 de diciembre de 1965, dijo lo siguiente: «Quizá nunca como durante este Concilio se había sentido la Iglesia tan impulsada a acercarse a la humanidad que le rodea, para comprenderla, servirla y evangelizarla en sus mismas rápidas transformaciones… En el rostro de cada ser humano, sobre todo si se ha hecho transparente por sus lágrimas y dolores, podemos y debemos reconocer el rostro de Cristo«[2]

El impulso renovador del concilio llegó a las tierras Latinoamericanas, siendo el mismo Pablo VI quien denunciara la resistencia de algunos sectores al inminente cambio, por eso el 24 de noviembre de 1965, reunió a la directiva y equipos del CELAM, y a todos los obispos latinoamericanos que participaban en el Concilio, y se lamentó por «quienes permanecen cerrados al soplo renovador de los tiempos, y se muestran faltos de sensibilidad humana y de una visión crítica de los problemas que se agitan a su alrededor… La súplica dolorosa de tantos que viven en condiciones indignas de seres humanos no puede dejar de afectarnos, venerables hermanos, y no pueden dejarnos inactivos«[3]

Ciertamente, el cambio no es posible si antes no se asume un verdadero encuentro personal con Cristo, quien todo lo hace nuevo, sin embargo, no se puede quedar únicamente en el plano personal, sino que el encuentro se traduce en salida misionera, en acción pastoral concreta de comunicación del evangelio y testimonio de entrega y donación.

La V Conferencia General del Consejo del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, realizada en Aparecida, Brasil, centra la mirada en este impulso renovador, sin dejar a un lado los esfuerzos de las asambleas anteriores, desde Medellín (1968) hasta Santo Domingo (1992). El Papa Benedicto XVI, en su discurso inaugural, en referencia a los pueblos de Latinoamérica, afirma: “La fe ha de afrontar serios retos, pues está en juego el desarrollo armónico de la sociedad y la identidad católica de sus pueblos”.

El gran llamado a los bautizados a “ser discípulos y misioneros de Jesucristo” renovando y revitalizando la novedad del evangelio arraigada en la historia, que es garante y testigo de los profundos cambios que atraviesa la humanidad en el tiempo, esperando una respuesta asertiva de los hijos de Dios que son Luz y Sal de la tierra. Esto implica evidentemente una auténtica conversión que no se reduce sólo a lo personal, sino que trasciende a lo pastoral, es decir, a la capacidad de estar dispuestos a dejar que la Palabra inunde el sentir y el actuar; y a nivel eclesial, disponerse a dejar que el Espíritu Santo lleve por donde Él considere conveniente, aunque eso signifique desprenderse de modelos a los que se está acostumbrado.

Conversión pastoral

La renovación del Concilio Vaticano II ha permeado a la Iglesia y Aparecida lo recuerda para los pueblos de Latinoamérica, teniendo de referencia el mandato de Cristo en el evangelio “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos” (Mt 28, 19) El documento conclusivo de esta importante conferencia para la vida de la Iglesia lo enfatiza en su numeral 365:

Esta firme decisión misionera debe impregnar todas las estructuras eclesiales y todos los planes pastorales de diócesis, parroquias, comunidades religiosas, movimientos y de cualquier institución de la Iglesia. Ninguna comunidad debe excusarse de entrar decididamente, con todas sus fuerzas, en los procesos constantes de renovación misionera, y de abandonar las estructuras caducas que ya no favorezcan la transmisión de la fe.”

Aparecida insiste que la Conversión Pastoral no se reduce a un cambio de planes sino a una actitud constante de escucha y discernimiento “lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias (Ap 2, 29) a través de los signos de los tiempos en los que Dios se manifiesta[4] . Esta apertura de escucha no puede prescindir del contexto histórico de los miembros de la Iglesia y los contextos socioculturales bien concretos. La renovación no es cambio de planes, es verdadera toma de conciencia de la vida espiritual, pastoral e institucional, solo así se puede ser coherente con el anuncio del evangelio y un mundo que “gime con dolores de parto” (Rm 8,22).

Se puede resumir la conversión pastoral por medio de las siguientes actitudes: apertura, diálogo, corresponsabilidad, participación, testimonio y comunión. Si las dinámicas pastorales no están atravesadas por estas disposiciones se corre el riesgo de una pastoral con los ojos vendados a la realidad de la gente, lo que significa una ruptura con la instauración del Reino de Dios que se hace efectivo para la salvación de la humanidad en su tiempo, entre el vaivén de los nuevos y permanentes desafíos.

Una Iglesia en salida.

Evidentemente siempre se ha hablado de misión, en unas épocas más que otras, sin embargo, con el Papa Francisco, la misión va acompañada de un sentido transformador de la Iglesia y sus estructuras, lo que marca el camino de conversión que se debe recorrer, es decir, no se trata solamente de llevar el evangelio a quienes no lo conocen o poco saben de él, sino que es la ocasión urgente y prioritaria de hacer una renovación y transformación en la Iglesia:

Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para su autopreservación (EG 27).

La “salida misionera” como lo llama el Papa, es la posibilidad de relación, es la vía de construcción fraterna que hace de la misión una “cultura del encuentro” entre los actores de misión y sus destinatarios, desde el paradigma del anuncio kerigmático hasta la transformación de la realidad a condiciones más humanas para la realización de un mundo mejor. Estar en salida es la mayor vivencia de encuentro con Jesús y con el otro, lo que es un verdadero imperativo para todo bautizado.

Es el momento del discernimiento, la Iglesia debe pasar por el cernidor sus criterios y pensamientos, su quehacer y actuar, con el fin de descubrir cómo ser Mater et magistra hoy, pero, ante todo, cómo dejar que la Palabra y la fuerza renovadora del Divino Espíritu muestre el camino a seguir, las renuncias y adhesiones que se deben realizar y cómo Cristo es la fuente y culmen de todo proceso eclesial:

Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comunidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio (EG 20).

Si el creyente no asume un verdadero cambio de mentalidad, una renovación del corazón, y la auténtica armonía de la vida interior, es más difícil responder a los desafíos, porque sin la conversión personal, no se puede dar a Cristo a los demás, como dice la sabiduría popular “Nadie da lo que no tiene” y si no se tiene a Jesús todos los planes quedan vacíos y estériles.

La conversión pastoral parte de la conversión personal, pues solo un corazón encendido de amor por el Señor es capaz de amar a los demás, de salir al encuentro de las realidades cambiantes, del que sufre nuevos dolores y de los rostros marginados donde Cristo está dos veces.

Finalmente, ahora corresponde a cada institución (CJM – Provincias) aterrizar los procesos de renovación y transformación, partiendo del corazón, es momento de posibilitar el cambio, un cambio acompañado del equilibrio y el diálogo con la bondad de la historia y una visión de conjunto, solo así se podrá responder a un mundo multipolar que exige una gobernanza multilateral (interprovincialidad) que permita unir esfuerzos para responder a los retos permanentes del discípulo de hoy. Se necesita un nuevo paradigma pastoral en donde “Nadie se quede sin servir”

La discusión queda abierta, porque no basta la conversión personal y pastoral, se debe seguir avanzando hacia una conversión sinodal, en donde realmente se pueda decir: “Para la misión, juntos”.

 

Maynor Chavarría Reyes

Nicaragüense

Candidato Eudista MD

[1] Morello, G. El concilio Vaticano II y su impacto en América Latina. A 40 años de un cambio en los paradigmas del catolicismo.

[2] Pablo VI, Alocución en la clausura del Concilio Vaticano II, en: Concilio Vaticano II, Madrid, BAC, 1966, 490-493

[3] Pablo VI, Exhortación Apostólica al Episcopado de América Latina en Roma, en op. cit., 851-862

[4] V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Aparecida: CELAM, 2007. No. 366