Una síntesis de Dignitas infinita y una consideración desde un texto del padre Rafael García Herreros
Elaborado por el P. Hermes Flórez Pérez | Eudista Provincia Minuto de Dios
Este 8 de abril de 2024 ha sido publicada en el Boletín de la Santa Sede la Declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe “Dignitas infinita sobre la dignidad humana”, un bello texto, donde se aborda este tema, a propósito de la conmemoración del 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (10 de diciembre de 1948), como una oportunidad de “aclarar algunos malentendidos que surgen a menudo en torno a la dignidad humana y de abordar algunas cuestiones concretas, graves y urgentes, relacionadas con ella” (No. 2). A continuación se mencionan algunos ecos a esta importante declaración; después, se harán algunas conexiones con el pensamiento garcíaherreriano.
El punto de partida está en la Revelación, desde donde la Iglesia “reafirma y confirma absolutamente esta dignidad ontológica de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios y redimida en Cristo Jesús”. Este planteamiento es el que han tenido algunos pontífices citados (como san Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, de este último afirma que Fratelli Tutti es una especie de Carta Magna de las tareas actuales para salvaguardar y promover la dignidad humana).
Seguidamente ofrece una cuádruple distinción del concepto de dignidad: 1) la dignidad ontológica, que corresponde a la persona como tal por el mero hecho de existir y haber sido querida, creada y amada por Dios; 2) la dignidad moral, que se refiere al ejercicio de la libertad por parte de la criatura humana; 3) la dignidad social, que se refiere a las condiciones en las que vive una persona; 4) la dignidad existencial, que es la experiencia de la propia condición de vida.
La conciencia progresiva de la dignidad humana
Seguido a esta introducción está el primer punto, referido a la conciencia progresiva de la centralidad de la persona humana. Para tal efecto, cita las intuiciones con respecto a la dignidad humana desde la antigüedad clásica. Sin embargo, en coherencia con el punto de partida anteriormente mencionado, la reflexión se detiene en las perspectivas bíblicas, desde donde asegura que la “Revelación bíblica enseña que todos los seres humanos poseen una dignidad intrínseca porque han sido creados a imagen y semejanza de Dios”, aspecto que le permite confirmar que todos “poseemos un valor sagrado en nuestro interior que trasciende toda distinción sexual, social, política, cultural y religiosa” (No. 11). El recorrido bíblico, además cita al Éxodo, los profetas y la literatura sapiencial.
El foco bíblico profundiza en Jesús: “a lo largo de su ministerio, Jesús afirmó el valor y la dignidad de todos los que son portadores de la imagen de Dios, independientemente de su condición social y circunstancias externas. Jesús rompió las barreras culturales y de culto, devolviendo la dignidad a los ‘descartados’ o a los considerados al margen de la sociedad” (No. 12). Este aspecto es tan importante que “Para Jesús, el bien hecho a todo ser humano, independientemente de los lazos de sangre o de religión, es el único criterio de juicio”.
En el recorrido por el pensamiento cristiano, la declaración sustenta que “la antropología cristiana clásica, basada en la gran tradición de los Padres de la Iglesia, puso de relieve la doctrina del ser humano creado a imagen y semejanza de Dios y su papel singular en la creación”. Posteriormente, en el pensamiento medieval, siguiendo algunos planteamientos del Aquinate, se llegó a una síntesis de persona: “persona significa lo que en toda naturaleza es perfectísimo, lo que subsiste en la naturaleza racional”. Estos aspectos serán los que están detrás del humanismo cristiano del renacimiento y su reflexión sobre la dignidad, que adquirió en el siglo XX una perspectiva original con el personalismo, como uno de sus mayores ejemplos.
En nuestros días, el término de “dignidad”, asegura la declaración, “viene utilizado principalmente para destacar el carácter singular de la persona humana, inconmensurable con respecto a los demás seres del universo” (No. 14). Sin embargo, alerta que la dignidad “no es concebida a la persona por otros seres humanos, sobre la base de determinados dones y cualidades, de modo que podría ser eventualmente retirada” (No. 15), para concluir que “todos los seres humanos poseen la misma e intrínseca dignidad, independientemente del hecho sean o no capaces de expresarla adecuadamente”, pues “la dignidad de todo ser humano es tal más allá de toda circunstancia”.
La Iglesia y la dignidad humana: Creación, Encarnación, Resurrección
La segunda parte inicia con el numeral 17 que dice: “La Iglesia proclama la igual dignidad de todos los seres humanos, independientemente de su condición de vida o de su calidad. Este anuncio se apoya sobre la triple convicción de la fe cristiana, confiere un valor inconmensurable a la dignidad humana y refuerza sus exigencias intrínsecas. En este sentido, asegura que: 1) Según la Revelación, la dignidad del ser humano proviene del amor de su Creador, que ha impreso en él los rasgos indelebles de su imagen; 2) La dignidad de la persona humana se reveló en plenitud cuando el Padre envió a su Hijo que asumió plenamente la existencia humana; 3) El destino último del ser humano, pues, tras la creación y la encarnación, la resurrección de Cristo nos revela un ulterior aspecto de la dignidad humana. En la conclusión de este apartado, la declaración insiste en que “el ser humano debe esforzarse por vivir a la altura de su dignidad” (No. 22).
La dignidad como fundamento de los derechos y deberes humanos
Con el ánimo de recordar los principios que deben siempre respetarse, a propósito de los 75 años de la declaración de los Derechos del Hombre, este documento sostiene que “solo mediante el reconocimiento de la dignidad intrínseca del ser humano, que nunca puede perderse, desde la concepción hasta la muerte natural, puede garantizarse a esta cualidad un fundamento inviolable y seguro. Y es que se abusa del concepto de libertad humana para “imponer como derechos, garantizados y financiados por la comunidad, ciertos deseos y preferencias que son subjetivas. Pero la dignidad humana no puede basarse en estándares meramente individuales ni identificarse con el bienestar psicofísico del individuo”. También alerta sobre el riesgo de “restringir la dignidad humana a la capacidad de decidir discrecionalmente sobre uno mismo y sobre su propio destino, independientemente del de los demás, sin tener en cuenta la pertenencia a la comunidad humana” (no. 26). De esta manera reafirma: “la dignidad del ser humano incluye también la capacidad, inherente a la propia naturaleza humana, de asumir obligaciones hacia los otros”. Esta dignidad, no debe hacernos olvidar de la bondad de los seres humanos, por lo que se debe afirmar la bondad creatural del resto del cosmos.
Violaciones graves de la dignidad humana
Con el Concilio Vaticano citado, la declaración recuerda que se opone a la dignidad humana cuanto atenta contra la vida. Agrega, con las ya señaladas por el concilio, la pena de muerte, las personas encarceladas y la práctica de la tortura, sin embargo, menciona unas muy graves de nuestro tiempo:
- El drama de la pobreza
- La guerra, que es siempre una derrota de la humanidad
- El trabajo de los emigrantes
- La trata de personas, que es un crimen contra la humanidad
- Los abusos sexuales, con el compromiso de poner fin empezando desde adentro
- Las violencias contra las mujeres
- El aborto
- La maternidad subrogada, que viola la dignidad del niño y de la mujer
- La eutanasia y el suicidio asistido
- El descarte de las personas con discapacidad
- La teoría de género, que pretende negar la mayor diferencia posible entre los seres vivos: la diferencia sexual
- El cambio de sexo que corre el riesgo de atentar contra la dignidad única que la persona ha recibido desde el momento de la concepción
- La violencia digital
A modo de conclusión, citamos dos expresiones: “¡El compromiso con los derechos humanos nunca se acaba!” (No. 63) y “La Iglesia no cesa de alentar la promoción de la dignidad de toda persona humana, cualesquiera que sean sus cualidades físicas, psíquicas, culturales, sociales y religiosas” (No. 66).
Una consideración desde el padre Rafael García Herreros
Uno de nuestros seminarios internos -del Centro Rafael García Herreros- consideró planteamientos del Siervo de Dios fundador de El Minuto de Dios sobre la dignidad humana. Entre los textos estudiados estuvo la Advocación al Hombre. Citamos ahora una parte de este texto que recuerda los anteriores planteamientos de la declaración, sobre todo por esa bella articulación con los planteamientos de la Revelación.
García Herreros (1973), plantea que el hombre es “signo de Dios. Eres la teofanía, más que el mar, más que el universo; eres tú, pequeño hombre, la presencia, la verdadera figura de Dios en la tierra”. Este planteamiento recuerda la altísima dignidad del ser humano al crearse a imagen de Dios, tal como lo postula Dignitas infinita y que es un aspecto transversal de todo el pensamiento cristiano. También el dinamismo encarnacional es reflexionado por el sacerdote cucuteño: “Tú no solo eres la medida de todo, sino el ideal de todo. En tu historia, hay uno maravilloso, uno absolutamente divino, que inmensificó tu raza, tu aspecto, tu forma humana: ¡Fue Jesucristo! Yo pienso que no fue indigno de Dios el querer hacerse hombre. Tomar nuestra medida, conocer nuestra interioridad y querer sublimarnos casi a lo divino con su presencia entre nosotros”.
Y, finalmente, no podemos olvidar tampoco el dinamismo resurreccional: “Hombre, hermano mío: tú no debes vivir en choza. Debes lograr el rango que te pertenece. No puedes carecer de lo que otros tienen en abundancia. No puedes seguir sollozando por mi culpa, ni seguir viviendo pobre y en harapos. Tú no puedes ser eternamente marginado… Yo sé que dentro de algún tiempo se habrán resuelto casi todos los problemas que te angustian”. Es aquello que dice la declaración: “La Iglesia cree y afirma que todos los seres humanos, creados a imagen y semejanza de Dios y recreados en el Hijo hecho hombre, crucificado y resucitado, están llamados a crecer bajo la acción del Espíritu Santo para reflejar la gloria del Padre, en aquella misma imagen, participando de la vida eterna (No. 21). Por eso en El Minuto de Dios nos esmeramos porque cada persona goce de su altísima dignidad de ser hija de Dios.
Comentarios recientes