Cien pensamientos de San Juan Eudes a la luz de 25 autores

Cien pensamientos de San Juan Eudes a la luz de 25 autores

Por: P. Hermes Flórez Pérez, cjm 

Como preparación a la celebración de los cien años de la canonización de san Juan Eudes
(1925-2025), quise volver a leer el Cuaderno Eudista 23 con la «reserva y prudencia
necesarias» (Bernal, Editorial, 7), dedicado a la reflexión sobre algunos elementos de dotrina
teológica, pastoral y espiritual bajo el nombre de «Juan Eudes, ¿doctor de la Iglesia?»
También he enriquecido estos pensamientos con el Cahiers Eudista 27: «En el camino hacia
el doctorado, la riqueza de nuestra doctrina espiritual» y el Cahiers Eudista 25: «La formación
de Jesús en nosotros. Aproximación bíblica y teológica, espiritual y pastoral». El punto de
mi interés en una especie de “novena preparatoria” fue aquel Cuaderno 23, por lo que el 27
y el 25 no contienen muchas citas, pero sí algunas fundamentales.
Quiero compartir algunos pensamientos de los veinticuatro autores que me he encontrado y
que me han interpelado (el número 25 es el papa Francisco): Luc Crepy, Joseph Caillot,
Michael Cancouët, Marie-Françoise Le Brizaut, Paul Milcent, Romainn Drouad, JeanMichel Amouriaux, Jean Camus, Jacques Arragain, Daniel Doré, Edoh Bedjra, Carlos
Álvarez, Olivier Michalet, Paul Marie Mba, Guillermo Acero, François-Marie Léthel,
Leonardo Arboleda, José Mario Bacci, Álvaro Torres, Ovidio Muñoz, Higinio Lopera,
Álvaro Duarte, Guilles Ouellet y Carlos Triana. El criterio ha sido encontrar algunos puntos
de interés que pueden «recordar» nuestro patrimonio, según mi opinión, de manera que los
próximos cien años sean de una profunda fidelidad creativa al carisma fundacional. ¡Hay
muchos otros, autores y contribuciones, pero este es un primer ejercicio! Iniciemos.
La metodología que sigo es muy sencilla: según el orden en que aparecen en los Cuadernos
Eudistas 23, 27 y 25. Esto permitirá que el lector no condicione su visión de las principales
categorías que emergen al interpretar a san Juan Eudes, tarea, por cierto, que es necesaria
realizar.

1. ¿Por qué fue canonizado Juan Eudes? Es siempre importante conocer las razones por
las cuales la Iglesia declara la santidad de un bautizado. En el decreto de
canonización, en la que Juan Eudes recibe un título muy particular, no se resalta
ninguna cualidad, ningún carisma personal, ni alguna obra caritativa, pero consagra
el llamativo aporte hecho a la liturgia de la Iglesia. Así fue calificado: “Padre, doctor
y apóstol del culto litúrgico de los Sagrados Corazones de Jesús y de María” (Crepy,
En el camino, 15)
2. La presentación de san Juan Eudes a la Congregación para las Causas de los Santos
para que sea proclamado Doctor de la Iglesia tiene una ventaja innegable: estamos
obligados a profundizar en la herencia recibida de nuestro Fundador. Y esto está
dando sus frutos… (Amouriaux, En el camino, 9)
3. Juan Eudes: sacerdote tomado por el amor del Corazón de Cristo e incansable
misionero en las periferias de su época. Él hace parte de estos santos, suscitados por
el espíritu de Dios que vieron la miseria espiritual de las ciudades, de los pueblos y
del clero, y que han querido formar sacerdotes, a imagen de los Corazones de Jesús y
María, para que sean misioneros y santos (Papa Francisco, En el camino, 180)
4. Monseñor Crepy nos lanza dos preguntas producto de la misma preocupación de Juan
Eudes: ¿cuál es la manera más adecuada de hablar de la relación entre Dios y el
hombre? ¿Cómo pensar y proponer, de manera renovada, la relación de los hombres
con Dios? Respuesta: propuesta de un camino de interioridad y de comunión de la
vida con Jesucristo. Una interioridad habitada por el misterio de Dios (contemplación
de los estados y misterios del Verbo Encarnado) (Crepy, Juan Eudes, ¿Doctor de la
Iglesia?, 12)
5. La fecundidad espiritual, como testigo del Corazón misericordioso de Dios, es uno
de los elementos importantes en la causa del Doctorado (Crepy, Juan Eudes, ¿Doctor
de la Iglesia?, 14)
6. La experiencia de contemplación y de apostolado conduce a Juan Eudes a construir
progresivamente su propia doctrina espiritual, al servicio de las personas encontradas
en sus misiones (Crepy, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 17)
7. Juan Eudes encuentra en el Evangelio de Lucas una imagen simple y un símbolo
fuerte -hoy universal- para hablar tanto a los pequeños como a los grandes del amor
y la misericordia de Dios: el corazón (Crepy, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 17)
8. El amor es, en efecto, el objeto del culto al Corazón de Jesús (Crepy, Juan Eudes,
¿Doctor de la Iglesia?, 18)
9. La mariología eudesiana es toda cristocéntrica (Crepy, Juan Eudes, ¿Doctor de la
Iglesia?, 18)
10. Juan Eudes ofrece una profunda enseñanza acerca del misterio presbiteral y de su
dimensión misionera (una espiritualidad presbiteral) (Crepy, Juan Eudes, ¿Doctor de
la Iglesia?, 20)
11. En Juan Eudes encontramos un notable cuerpo de doctrina muy notable que abarca la
vida cristiana, la vida religiosa y la vida sacerdotal (Crepy, Juan Eudes, ¿Doctor de
la Iglesia?, 21)
12. Los escritos de Juan Eudes reflejan la riqueza de su personalidad y de su ministerio:
pastor, misionero y formador del pueblo cristiano (Crepy, Juan Eudes, ¿Doctor de la
Iglesia?, 22)
13. ¿Podría ser san Juan Eudes uno de los doctores para quienes la Evangelización es
siempre una nueva misión? (Crepy, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 25)
14. En el “Gran Siglo”, tantas crudezas provocan una defensa de los oprimidos
(“indefensos”) y la vigorosa actitud pastoral por el ministerio inaudito de la
misericordia (Caillot, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 28)
15. Bajo los aspectos de la devoción al Corazón de Jesús, está también la imponente
estructura del orden social y político – ¿y por qué no, religioso? – que es subvertida y
derrumbada por un símbolo potente y “popular”, donde el acceso al mundo del amor
divino es ofrecido a todos por igual (Caillot, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 28)
16. Juan Eudes, testigo apasionado del Evangelio, dijo sí… Buscar en todo la voluntad
de Dios (Caillot, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 29)
17. Juan Eudes aparta toda tensión abriéndose al Corazón de Dios (Caillot, Juan Eudes,
¿Doctor de la Iglesia?, 30)
18. Curiosamente Juan Eudes nos habla más de Corazón de Jesús y no de Corazón de
Cristo (Caillot, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 30)
19. Si es verdad que cada cristiano debe continuar y completar la vida de Jesús, es
necesario decirle, enseñarle, recordarle: la renovación de la vida cristiana pasa por
una catequesis acerca del verdadero rostro de Dios revelado en el Evangelio, y por la
llamada incansable a la conversión (Caillot, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 33)
20. Vida y Reino es una magnífica apología del bautismo (Caillot, Juan Eudes, ¿Doctor
de la Iglesia?, 34)
21. No es actuar como Jesús o por Jesús, sino en él (Caillot, Juan Eudes, ¿Doctor de la
Iglesia?, 34)
22. La genialidad y la audacia es esta: los formadores son también evangelizadores y
recíprocamente: estos son los verdaderos pastores según el Corazón de Dios. La
existencia cristiana, que continúa y completa la vida de Jesús, nunca se puede dividir
(Caillot, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 36)
23. Juan Eudes probó que no hay devoción privada, cuando es auténtica, que no sea digna
de ser ofrecida a todos y de ser presentada al tesoro común de la Iglesia (Caillot, 42)
24. La espiritualidad del bautismo está difundida en toda la obra de san Juan Eudes
(Cancouët, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 50)
25. Juan Eudes no busca el modelo de la alianza bautismal en la antigua alianza entre
Dios y su pueblo, ni siquiera en la nueva alianza de Jesús y de su Iglesia, sino en la
unión hipostática, “alianza de la sagrada humanidad del Salvador con su persona
adorable” o, mejor todavía, en la comunión trinitaria; “La unidad del Padre y del Hijo
es ejemplo y modelo de la unión que ustedes tienen con Dios por el bautismo y esta
unión es la imagen viva de esta adorable unidad” (Cancouët, Juan Eudes, ¿Doctor de
la Iglesia?, 53)
26. Juan Eudes sintió perfectamente que la alianza bautismal es un acto donde Dios se
compromete, que una alianza en paridad (Cancouët, Juan Eudes, ¿Doctor de la
Iglesia?, 55)
27. Su descubrimiento y su experiencia de la misericordia se desarrollaron en dos niveles,
los cuales se complementan y se fecundan mutuamente: primero, las situaciones
concretas en las cuales su corazón se dejó tocar; luego una profundización progresiva,
apoyada sobre el sentido original de su palabra, tal como él la podía comprender en
las lenguas latina y francesa (Le Brizaut, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 63)
28. Se puede decir que Juan Eudes hizo de la misericordia un principio para su vida
personal, por su manera de mirar el mundo, por su forma de actuar con las personas
(Le Brizaut, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 66)
29. Juan Eudes se dejó tocar en su vida por el amor de Dios. Él sabía por la experiencia
que es un amor que conoce nuestra miseria y la alcanza […] Este “exponerse” a la
misericordia sin duda Juan Eudes lo realizó por medio de la meditación de la Escritura
(Le Brizaut, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 70)
30. Juan Eudes percibe un lazo profundo entre la Encarnación y la misericordia: para él,
es a causa de su misericordia que el Padre quiso la Encarnación de su Hijo (Le
Brizaut, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 75)
31. En realidad la reflexión de Juan Eudes nos da elementos de una teología de la
misericordia, y sería ganancia para muchos cristianos conocerla (Le Brizaut, Juan
Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 77)
32. El contexto donde Juan Eudes creció fue el de una Iglesia obsesionada por la urgencia
de su propia reforma y de una mejor formación de los sacerdotes (Milcent, Juan
Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 81)
33. Juan Eudes había crecido en una Iglesia atormentada por los desgarramientos de la
Reforma (Milcent, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 81)
34. Juan Eudes nunca dejó de ser, ante todo, aún después de la fundación del seminario,
un predicador de misiones populares (Milcent, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?,
85)
35. Las misiones eran para él el gran sitio y el gran medio de “formación”. Más que
formador, se podría decir que él era el animador, el entrenador, el motivador (Milcent,
Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 85)
36. A lo largo de las largas misiones que animaba, los sacerdotes que constituían el equipo
encontraban tres elementos de formación: la experiencia pastoral en sí, la reflexión
común acerca de esta experiencia, una fuerte vida comunitaria, es decir, una
fraternidad apostólica estimulante para los misioneros (Milcent, Juan Eudes, ¿Doctor
de la Iglesia?, 86)
37. En la formación de los sacerdotes, Juan Eudes insistía muchísimo sobre la atención a
las personas desgraciadas o heridas por la vida (Milcent, Juan Eudes, ¿Doctor de la
Iglesia?, 90)
38. La vocación como llamado de Dios, orientación esencialmente pastoral, unión a
Cristo soberano pastor, predilección por los pobres, intimidad adorante con Dios: he
aquí algunos de los puntos sobre los cuales Juan Eudes insistía en su acción como
formador de sacerdotes (Milcent, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 91)
39. Nuestra hipótesis es: la pertinencia de la doctrina de Juan Eudes para la reflexión
moral católica no se debe buscar en el arte de la confesión que él practica, como la
mayoría de sus contemporáneos eclesiásticos, sino en el concepto de vida cristiana
que él propone como continuación de la vida de Jesús (Drouad, Juan Eudes, ¿Doctor
de la Iglesia?, 94)
40. La vida moral no se reduce para Juan Eudes, a la solución de dilemas éticos, ni a la
cuestión de la ley moral. Ella es, primero y fundamentalmente, el arte de guiar
adecuadamente la propia vida y de actuar reconociendo en Jesucristo la fuente y el
modelo de una vida buena (Drouad, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 95)
41. Afirmar que la vida de Jesús es paradigma de la moral cristiana implica reconocer un
significado ético a la vida de Jesús. El reto es ahora acceder a este significado ético
para que ofrezca al cristiano la fuente de su propia vida moral. Es la doctrina beruliana
de los estados y misterios de la vida de Jesús que, en la enseñanza de Juan Eudes,
ofrece acceso a la ética de Jesús (Drouad, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 95)
42. Aunque algunas veces Juan Eudes designa a Jesús como “modelo para imitar”, la
modalidad de la adhesión a Jesús no es solamente la de imitar un modelo exterior al
cristiano (como Jesús), sino la de la inhabitación (dentro o en Jesús). No se trata
solamente de ser como Jesús, y todavía menos de ser Jesús, sino de actuar en Jesús.
Al exhortar a actuar en el Espíritu de Jesús, Juan Eudes define no solamente la norma,
sino la motivación de toda la existencia moral cristiana: continuar el estilo de vida de
Jesús (Drouad, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 99)
43. Para Juan Eudes, la moral cristiana no puede ser una moral del “justo medio”, una
sabiduría de equilibrio; es más bien una moral de la radicalidad, no en un
encarnizamiento prometeico mortífero, sino en la confianza en Dios y en el amor
(Drouad, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 102-103)
44. Juan Eudes concibe la vida de Jesús como paradigma para la vida moral cristiana. Sin
embargo, su concepto incluye tanto el objeto de la vida moral como el sujeto moral
mismo: primero no es lo que debemos hacer, sino quienes debemos ser para actuar
cristianamente (Drouad, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 103)
45. La moral cristiana no consiste simplemente en buscar las consecuencias morales de
las afirmaciones cristianas. Representa más bien un proceso por el cual la fe forja la
identidad moral, adoptando la misma disposición interior con la cual Jesús percibe la
realidad y actúa (Drouad, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 106)
46. Si la vida moral es la continuación de la vida de Jesucristo, si la Iglesia es su cuerpo
y él es la cabeza que vivifica este cuerpo, de esto resulta que la moral cristiana saca
su substancia de la Iglesia (Drouad, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 108)
47. Ser virtuoso no es un fin en sí. Según el esquema de renuncia a sí mismo y de adhesión
a Jesús, Juan Eudes considera que, cuando el amor de Jesús se profundiza, desvía
cada vez más la atención de las necesidades y de los cumplimientos del sujeto moral.
El amor verdadero -amor dei- descentra de sí y lo trasciende (Drouad, Juan Eudes,
¿Doctor de la Iglesia?, 120)
48. El interés general de la doctrina de san Juan Eudes es concebir fundamentalmente la
vida moral como continuación del estilo de vida de Jesús (Drouad, Juan Eudes,
¿Doctor de la Iglesia?, 124)
49. Según la concepción de Juan Eudes, la vida moral no se puede reducir a la aplicación
de normas en determinadas situaciones. Ella supone una duración, una permanencia
en el tiempo que concierne a la identidad de los sujetos morales (Drouad, Juan Eudes,
¿Doctor de la Iglesia?, 125)
50. En la doctrina espiritual de san Juan Eudes, el desarrollo de la vida interior se presenta
como una importante fuente inspiradora de la implicación de los cristianos en la vida
moral, tanto en su existencia personal como en la vida social y pública (Drouad, 128)
51. Con Juan Eudes vemos que la vida cristiana crecerá en función de la unión interior
de la vida del cristiano con la vida de Jesucristo el Hombre-Dios. Él hablará del
crecimiento del Reino de Jesús o cómo Cristo se convierte en el Señor de toda mi
existencia (Amouriaux, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 137)
52. El camino de comunión con los estados y misterios del Verbo Encarnado arranca en
la vida de Jesús… Nosotros partimos de lo que es la vida de Jesús… El encuentro se
hace de interior a interior (Amouriaux, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 138).
53. ¡No puede ser más claro! El cristiano está llamado a formar a Jesús en él o hacer vivir
a Jesús en él, y Juan Eudes lee esta vocación en las cartas paulinas. Esta fuente es la
que va a dar un color particular a esta “formación de Jesús” en el cristiano, impidiendo
vivirla como un repliegue intimista y dándole, al contrario, una dimensión eclesial y
universal (Camus, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 146)
54. La vida del bautizado no es primeramente una imitación de Cristo o una práctica de
virtudes, sino la construcción del cuerpo de Cristo (Camus, Juan Eudes, ¿Doctor de
la Iglesia?, 148)
55. El primer culto del Corazón es el del Corazón conjunto de Jesús y María. ¿Por qué?
Porque san Francisco de Sales y Bérulle habían convencido al padre Eudes de no
separar estos dos corazones que Dios había unido tan íntimamente. Sin embargo,
hacia 1668, él comprendió que era indispensable instituir también una fiesta al
Corazón de Jesús (Arragain, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 157)
56. Parece que se pueden destacar tres intuiciones teológicas subyacentes a la
espiritualidad eudista del Corazón de Cristo, que están relacionadas con los tres
misterios de nuestra fe: Trinidad, Encarnación y Redención la primera intuición es la
de las estrechas relaciones del Corazón de Jesús y de la Trinidad; la segunda intuición
es la de la inmensidad de este Corazón en la que nos introduce el Verbo encarnado;
la tercera intuición es la de la calidad de gran reparador que es para nosotros el
Corazón del Redentor (Arragain, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 160)
57. Como la Trinidad confió al Verbo la misión de encarnarse para salvar la humanidad,
ella hizo de este Verbo, convertido en Jesús, Hijo de María, el depositario en su
Corazón de todo el amor que las personas divinas tienen hacia nosotros (Arragain,
Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 164)
58. Reparador universal es el Corazón de Jesús Eudista (Arragain, Juan Eudes, ¿Doctor
de la Iglesia?, 167)
59. Las finalidades del culto hacia el Corazón de Jesús yo las vería brotar de tres fuentes
o deseos divinos: primero, que Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo es nuestro amigo;
luego, que él puede y quiere sanarnos; y finalmente que él puede y quiere unirnos a
él y entre nosotros en un corazón único (Arragain, Juan Eudes, ¿Doctor de la
Iglesia?, 169)
60. Pareció necesario afirmar que desde la fundación de los institutos eudistas, la
posteridad tuvo la preocupación de transmitir, como una tradición viva, la
espiritualidad y el ardor apostólico de su fundador (Doré, Juan Eudes, ¿Doctor de la
Iglesia?, 180)
61. Juan Eudes es un hombre de fe que, en su tiempo, dio un testimonio cuyas enseñanzas
son de gran interés para África en búsqueda de un cristianismo de transformación
social y de plenitud de vida (Bedjra, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 192)
62. Su fe lo tiene sin cesar en movimiento, no solamente para unirse a Cristo, hacerse
semejante a él y adherirse a él en toda su existencia, sino también hacia su pueblo
para compartir su lucha por la vida (Bedjra, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 193)
63. La permanencia de Juan Eudes en los toneles de Caen queda siempre como una
llamada para que la proclamación del Evangelio no pase por encima de la vida de sus
oyentes (Bedjra, Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 197)
64. Redinamizando el bautismo en el corazón de la Iglesia de su tiempo, Juan Eudes se
hizo además el apóstol de la vocación de los laicos a la santidad, con la misma
vivacidad con la que exalta el estado clerical con el mismo objetivo (Bedjra, Juan
Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 198)
65. Para Juan Eudes, la cima de la vocación cristiana es la coincidencia de la vida humana
del bautizado con la vida misma de Cristo. La realización de este grado y estilo de
vida hace del fiel un participante de la vida del Reino que es Jesús mismo. La santidad
es, entonces, la adhesión firme surgida entre Jesús y el fiel (Bedjra, Juan Eudes,
¿Doctor de la Iglesia?, 204-205)
66. La contribución teológica de Juan Eudes es fundamental, ya que permite hacer
comprender y arraigar en los corazones y en la existencia social y cristiana la
auténtica fe cristiana, aquella que, fundada sobre una visión cristológica
antropológica equilibrada hace del discípulo el testigo de Dios encarnado en su Hijo
Jesús. Esta fe le hace confesar la unidad de la divinidad y de la humanidad en la
persona de Jesucristo y vivir conforme a ella (Bedjra, Juan Eudes, ¿Doctor de la
Iglesia?, 205)
67. La finalidad ante todo apostólica del padre Eudes engendra en el berulismo el paso
de una enseñanza mística a un compromiso cristiano, en particular por la teología del
bautismo… toda una antropología está en juego aquí (Michalet, Juan Eudes, ¿Doctor
de la Iglesia?, 238)
68. La perspectiva cristológica de Juan Eudes es claramente descendente: en el corazón
corporal del Salvador termina el movimiento de descenso del amor divino, que no
pierde nada de su infinitud, pero esta infinitud se manifiesta como volcada hacia
nosotros. El amor del Padre nos alcanza por medio del Corazón de Cristo (Michalet,
Juan Eudes, ¿Doctor de la Iglesia?, 241)
69. La devoción eudesiana es esencialmente “cordimariana”. Ella estudia el misterio
mariano bajo el ángulo de la interioridad de la Madre de Cristo, como un misterio de
gracia y de caridad, cuyo símbolo es el Corazón de María (Mba, En el camino, 57)
70. Por su insistencia en la imitación de las virtudes del Corazón de María, trono de
virtudes y ejemplo de nuestros corazones, la devoción eudesiana respondería a una
necesidad olvidada muchas veces por las diferentes corrientes marianas (Mba, En el
camino, 73)
71. La espiritualidad del Sagrado Corazón y la del Corazón Inmaculado de María van en
paralelo. El deseo del Magisterio es que las dos corrientes evolucionen juntas sin
confusión. Pero solo la doctrina del santo de Caen realiza este deseo uniendo los dos
Corazones en la reflexión como en el culto (Mba, En el camino, 77)
72. La realeza del Corazón de María presentada por san Juan Eudes encontraría una
extensión social auténtica abriéndose a una devoción mariana social. La explotación
juiciosa del Magníficat, la dimensión profética del misterio mariano y el compromiso
personal de san Juan Eudes contra los males de su tiempo, ¿nos iluminarían estas
cuestiones? Estamos seguros de ello (Mba, En el camino, 79)
73. En el concierto de los estudiosos de su tiempo, Juan Eudes parte de los principios
comunes y sigue una ininterrumpida tradición de lectura espiritual de la Biblia que
no se opone a las consideraciones de tipo literal (Acero, En el camino, 82)
74. Partir de la escucha de la Palabra de Dios no es característica solo de El Corazón
Admirable, sino de casi todos los escritos de san Juan Eudes. Algunas de estas obras
son auténticas antologías de textos bíblicos, como es el caso de las llamadas Reglas
Latinas, o su más íntima y autográfica Memoriale Beneficiorum Dei (Acero, En el
camino, 82)
75. La reflexión sobre el Corazón de María, no llega a la vida de san Juan Eudes como
un tema abstracto o un ejercicio teológico, sino como un camino progresivo de
madurez espiritual que encuentra en la Palabra de Dios (Escritura y Tradición), los
términos adecuados para expresar el misterio (Acero, En el camino, 84)
76. La Animación Bíblica de la Congregación de Jesús y María es un capítulo que
comenzó a escribirse en el siglo XVII, con san Juan Eudes, pero no se ha continuado
con suficiente pasión, constancia y profundidad en nuestros días; no obstante, el rico
y reconocido ministerio bíblico de enseñanza y predicación de varios de nuestros
hermanos (Acero, En el camino, 97)
77. En profunda sintonía con las necesidades de la Iglesia, es hora de redescubrir con san
Juan Eudes, a partir de su experiencia de la Palabra de Dios y de su propuesta
teológica del Corazón de María, “un estilo mariano en la actividad evangelizadora de
la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo
revolucionario de la ternura y del cariño (Acero, En el camino, 98)
78. Tanto san Juan Eudes como santa María Eufrasia supieron rodearse de colaboradores
para llevar a cabo sus proyectos (Le Brizaut, En el camino, 157)
79. Juan Eudes y los misioneros iban por todas partes llevando el Evangelio, sin
restricciones. Predicaba a los soldados y más ampliamente a la gente de las armas.
Visitaba a los prisioneros y los exhortaba, e intercedía por ellos ante las autoridades
en muchos casos. Este celo misionero también se tradujo en la visita a los enfermos
y al cuidado de los pobres (Amouriaux, En el camino, 186)
80. El sentido que san Juan Eudes da a la formación: no es una actividad o la adquisición
de conocimientos, aquí lo fundamental es lo que pasa en la formación cristiana, es
decir, que Cristo, Palabra de Dios, es acogido y asimilado en la mente y el corazón
humano, de modo tal que se convierte en principio y acción del creyente (Amouriaux,
En el camino, 195)
81. Juan Eudes demuestra de muchas maneras en su primer gran libro, Vida y Reino, el
alcance total de esta comprensión de la misión: anunciar a Cristo es participar en la
formación de Cristo en toda la persona quien se convierte en discípulo, tomado en
todo su ser para manifestar su ser cristiano (Amouriaux, En el camino, 195)
82. La influencia de Bérulle domina los escritos de Juan Eudes y son citados por él a
menudo (Léthel, En el camino, 203)
83. Juan Eudes desarrolla su contemplación de la Iglesia como Cuerpo Místico de Jesús,
en todo su realismo y su percepción de la unidad entre la Cabeza y los Miembros, que
constituyen como una sola persona mística, según la expresión de santo Tomás
(Léthel, En el camino, 213-214)
84. La espiritualidad beruliana -de la que forma parte san Juan Eudes- se reconoce por
una tendencia especulativa y teológica en la que, se fusiona la mística de la esencia
con una profunda devoción a la humanidad de Cristo. Se distingue, además, por una
aguda penetración psicológica por la que muestra un íntimo conocimiento del corazón
humano. Dicha escuela de espiritualidad, acentúa el tema del amor desde el
teocentrismo y cristocentrismo; se funda en el misterio de la encarnación del Verbo,
perfecto adorador del Padre (Arboleda, En el camino, 244)
85. De entre los padres del Oratorio, en Francia, Juan Eudes, sabe apropiarse de esta
riqueza espiritual y la recrea en forma original; la hace más asequible a la mentalidad
de la gente de su tiempo. Diríamos hoy: supo adaptar o, supo inculturar (Arboleda,
En el camino, 246)
86. La predicación y la enseñanza de Juan Eudes se centra en decir que la vida cristiana
consiste en completar y continuar la vida de Jesús como lo ha hecho la Virgen María
(Arboleda, En el camino, 247)
87. La mística concreta, eudista, nos hace comprender que la adhesión a Dios, se da en el
continuar y completar la vida de Jesús en nosotros; este debe ser nuestro principal
deseo, empeño y ocupación (Arboleda, En el camino, 247)
88. Para Juan Eudes, la libertad del hombre radica en el corazón y sucede en el corazón
cuando, él mismo, se abandona en Dios. En la contemplación del Corazón de Jesús
(corporal, espiritual y divino) es como llegamos a ser libres, como podemos amar
(Arboleda, En el camino, 252)
89. El cristiano es uno que, llamado a vivir la vida de Jesús en sí mismo (san Juan Eudes),
asume su existencia como proceso de gradual y continua configuración con él, en su
ser y en su quehacer. Y esto, por sí mismo, constituye un reto permanente de
crecimiento interior de la persona (Bacci, En el camino, 316)
90. La formación de los presbíteros y de todos los agentes de pastoral está en la médula
de nuestro ser eudista. Es el núcleo fundamental del carisma que el Señor suscitó a
través de la experiencia espiritual y de la vida apostólica de Juan Eudes en la Iglesia
(Bacci, En el camino, 326)
91. Siguiendo el consejo de san Juan Eudes para leer la Palabra de Dios, metámonos en
las escenas del Evangelio no solo como curiosos sino como destinatarios, percibir su
frescura, para dejar a Jesús entrar en nuestras vidas y para configurarlas con él (Torres,
La formación de Jesús, 14)
92. Que nuestra respuesta a las exigencias de este nuevo ambiente eclesial y misionero
surja del reencuentro con nuestro modo eudista de vivir el Evangelio: vivir la vida
cristiana al modo de Pablo en la escuela de san Juan Eudes (Muñoz, La formación de
Jesús, 28)
93. La formación de Jesús es el método original que san Juan Eudes propuso para sí
mismo y para todos los cristianos, y especialmente para los miembros de la
Congregación de Jesús y María, llamados a ser misioneros de la divina Misericordia
y evangelizadores – Formadores (Lopera, La formación de Jesús, 54)
94. Dos inspiraciones fundamentales dieron calidad a la vida personal y a la acción
evangelizadora de san Juan Eudes: la formación de Jesús y la misión de la
misericordia y para nosotros constituyen nuestro perfil e identidad eudista como
“formadores de Jesús y misioneros de la divina misericordia” (Lopera, La formación
de Jesús, 74)
95. Desde el misterio de la encarnación se entiende la cosmología, propuesta por san Juan
Eudes, con las tres dimensiones de Naturaleza, de Gracia y de Gloria, así como
también, de manera muy especial, los estados y misterios de Jesús, a través de los
cuales santifica a la humanidad y al cosmos (Duarte, La formación de Jesús, 98)
96. Un punto ampliamente resaltado por san Juan Eudes es la oración de amor. En este
campo son muchas las propuestas: el rosario de amor, el rosario del Padre, el ejercicio
de amor divino, treinta y cuatro actos de amor, cuarenta llamas de amor, además de
las diferentes elevaciones y oraciones que se encuentran a lo largo de sus escritos.
Dentro de una espiritualidad de amor es claro que la oración de afecto ocupa un lugar
central (Duarte, La formación de Jesús, 107)
97. En nombre de los compromisos del bautismo y del servicio eclesial, Juan Eudes, en
el siglo XVII, interpela a las personas de su época para despertar su respuesta al
llamado vocacional. ¿En un contexto eclesial diferente ¿cómo resuena hoy esta
interpelación? (Ouellet, La formación de Jesús, 168)
98. Las Reglas del Señor Jesús y las Reglas de la Virgen María son un tesoro que no
aprovechamos siempre los eudistas. Ellas nos ofrecen un camino o itinerario para
formar a Jesús (Álvarez, La formación de Jesús, 189)
99. Lo que san Juan Eudes desea es que los cristianos nos identifiquemos con Cristo,
lleguemos a ser Jesús, caminando por este mundo (Triana, La formación de Jesús,
194)
100. Pensamos que mientras haya sacerdotes, y los habrá siempre en la Iglesia, hay
puesto para nosotros en ella. No olviden lo fundamental y mantengan siempre como
norma primera la vida de hermanos en la divina caridad (Torres, La formación de
Jesús, 245 [es una Carta de san Juan Eudes a sus hermanos de hoy, según el padre
Torres)

Un año jubilar sacerdotal para reconciliarnos y ser curados

Un año jubilar sacerdotal para reconciliarnos y ser curados

P. Jefferson García Castrillón, cjm 

La celebración del año jubilar es, en esencia, la celebración comunitaria de la reconciliación, configurándose, como un tiempo privilegiado para vivir la experiencia del perdón, entendiendo que todo tiene como fundamento a Jesucristo, que fue enviado al mundo para “anunciar el año de gracia del Señor” (Lc 4,19) es decir, para amar a los suyos hasta el extremo (Jn 13,1) y reconciliar todas las cosas en él (Col 1,20). Estos movimientos evangélicos permiten comprender la profundidad del misterio del jubileo: La misión del Hijo para anunciar el año de gracia mediante la experiencia del amor que reconcilia todas las cosas en Él. En este sentido, la reconciliación jubilar es una iniciativa de Dios, que en palabras del papa Francisco: es Dios que nos primerea[1]

 En este año santo del jubileo, el papa Francisco agrega a esta dinámica de reconciliación una cuarta palabra: la esperanza, y le pone una característica, la esperanza no defrauda. El papa explica el significado de la esperanza desde el apóstol Pablo: Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado (Rm 5,1-2.5). explicando que la esperanza cristiana ha sido cumplida en el Espíritu que ha derramado su amor en todos.

Un Espíritu que san Juan Eudes descubrió desde su infancia y que asumió como su proyecto de vida, su vocación sacerdotal venía como una intuición que se cumple el 20 de diciembre de 1625 (justamente en el contexto de un año jubilar). Pero la experiencia sacerdotal de san Juan Eudes es de una constante renovación que se puede sintetizar en tres momentos: el joven que es ordenado sacerdote, el sacerdote enfermo por dos años amante de la sagrada escritura que comienza su apostolado en las misiones y descubre la necesidad de formar sacerdotes santos y el sacerdote maduro que encuentra su plenitud en el corazón de Jesús. Esto es, se podría afirmar que san Juan Eudes vivió tres renovaciones de su ministerio: el joven, el misionero y el padre, que se fijan en tres periodos: la ordenación sacerdotal el 20 de diciembre de 1625, la fundación de la Congregación de Jesús y María el 25 de marzo de 1643 y la primera celebración litúrgica publica al corazón de Jesús el 20 octubre de 1672. El gran milagro de san Juan Eudes es dejarse amar por el corazón de Jesús y la Iglesia lo reconoce cuando lo nombra padre, doctor y apóstol del culto litúrgico al corazón de Jesús y María el 31 de mayo del año jubilar de 1925.

En este punto se puede afirmar que el año santo es la celebración de la misión del Hijo, que anuncia el año de gracia del Padre mediante la experiencia del Espíritu derramado en nuestros corazones como manifestación de la esperanza de un amor que reconcilia todas las cosas en Él por el fuego del Corazón de Jesús.

En ese sentido, si el Espíritu es el fuego del Corazón de Jesús que arde de amor por todos, y el amor es la prueba de la esperanza en el Padre por el Hijo, el jubileo eudista es la llama de la esperanza que arde en los corazones. En la experiencia del Corazón, no se entiende la centralidad de un órgano sobre los demás, el corazón habla del ser, del proceso de configuración del ser para los demás. Por eso, el gran corazón eudista, es la convergencia de todos los corazones en uno solo: el de Jesús. Es su corazón el que genera el vinculo de unidad. El padre General de los eudistas hace un llamado que no puede pasar por alto es necesario construir la casa común eudista[2], pocas veces se reflexiona en este punto, pero los eudistas tienen un desafío comunitario en este jubileo: construir la casa común.

La construcción de esta casa común debe tener unos cimientos que ya san Juan Eudes ha dado a la Congregación: El amor a la cruz, la divina gracia, la divina voluntad y el amor al corazón de Jesús y María. Cuatro elementos fundamentales para la vida eudista: Cruz, Gracia, Voluntad y Corazón. Estos pilares sostienen la vida de todo eudista que es ante todo un bautizado y que como tal tiene los fundamentos de todo cristiano: la oración, el desprendimiento, la fe y el odio al pecado. Con estos cuatro fundamentos y cuatro columnas, los eudistas viven su carisma: formadores-evangelizadores.

Evangelizadores sin fronteras, limites o predisposiciones, apasionados por Jesucristo y su deseo que nadie muera sin conocer a Dios teniéndolo tan cerca, y formadores de buenos obreros del evangelio. El carisma eudista cobija una belleza que no puede ser medida: ver a Cristo formado en todos. La formación sacerdotal es un proceso artesanal. Esto hace que todo eudista sea un artesano, paciente, detallista, observador y creativo. El artesano tiene la capacidad de ver el potencial que ninguno otro ve, de trabajar en la arcilla frágil para hacer una obra de arte. El eudista es un artesano consagrado.

La consagración viene dada el día de la promesa de incorporación, la formula prescrita por las constituciones implica afirmar solemne y públicamente la promesa de vivir y morir en la congregación[3], no es esperar la muerte, o tener una vida tranquila sin esfuerzos, o trabajar en el entretiempo; vivir y morir en la Congregación significa dar la vida por ella, por los demás eudistas, por la fidelidad al carisma, por la renovación de la fe del pueblo santo, por la formación de pastores según el Corazón de Dios. Ser consagrados para vivir y morir en la Congregación es entender que la consagración es un acto de resurrección.

 

El papa Francisco define quien es un consagrado expresando: “Somos consagrados, pastores al estilo de Jesús herido, muerto y resucitado. El consagrado –y cuando digo consagrados digo todos los que están aquí– es quien encuentra en sus heridas los signos de la Resurrección. Es quien puede ver en las heridas del mundo la fuerza de la Resurrección. Es quien, al estilo de Jesús, no va a encontrar a sus hermanos con el reproche y la condena”[4] Así, se puede entender por consagrado todo resucitado, es decir, todo reconciliado.

Los eudistas son consagrados porque son reconciliados. La experiencia del año jubilar debe mover a todo eudista a la reconciliación. Las heridas históricas al interior de la Congregación, de la provincia, de la comunidad local, de la vida personal, deben ser resucitadas. La gracia jubilar se expresa en la capacidad de peregrinar a lo profundo del corazón reconocer la herida causada a los hermanos y portando el fuego del Espíritu compartir el deseo del perdón. Así, la gran indulgencia eudista se vive en el peregrinar al corazón del hermano herido y pedir perdón, los eudistas viven un tiempo extraordinario de gracia para pedirse perdón, para reconciliar las ofensas históricas y actuales.

Pero también, en este año jubilar sacerdotal, el eudista debe tener la disposición especial de dedicarle una muy buena cantidad de tiempo de su jornada al sacramento de la confesión, porque así como es un reconciliado que se reconcilia con sus hermanos, debe ser un médico que cura las heridas del pueblo santo, el pueblo de Dios herido necesita de sus pastores médicos para ser curado, pues así lo define san Juan Eudes: el buen confesor es un médico, “Los asocia en su cualidad de médico. Los estableció en su Iglesia para sanar las almas enfermas, e incluso para resucitarlas si han muerto por causa del pecado. Esto los obliga a no poner menos diligencia en reconocer las enfermedades y las causas de su muerte y en aplicar los remedios indicados, que la que emplean los médicos para atender las enfermedades corporales”[5]

 

Este 25 de marzo los eudistas renovarán las promesas de incorporación, el 31 de mayo se unirán en acción de gracias por la canonización de san Juan Eudes, el 19 de agosto celebran la vida del padre fundador y el 20 de diciembre la ordenación sacerdotal de san Juan Eudes. Estos momentos compartidos se pueden vivir con una conciencia clara: renovar la consagración, reconociendo que es un misericordiado; celebrar la santidad, reconociendo el valor del hermano; celebrar la vida, reconociendo la belleza de la Congregación y celebrar el sacerdocio, reconociendo la belleza de Jesucristo.

 

En este sentido, el año jubilar eudista es, en esencia, sacerdotal. Dado que, ser sacerdote es revestirse de la santidad de Cristo, viviendo su ministerio y continuando su vida. La consagración recibida le permite a todo eudista vivir a Cristo resucitado que reconcilia el mundo, por eso, este año no se puede vivir en una experiencia diversa a la del pedirnos perdón y perdonarnos, que significa:  anunciar a todos, con el corazón ardiendo en el fuego apasionante del amor derramado en nuestros corazones, el año santo de la reconciliación y la resurrección del Señor, con la fuerza y la ternura de un artesano de Jesús.

[1] Francisco, Encuentro con la Comunidad Católica de Bulgaria, en la Iglesia San Miguel Arcángel de Rakovski, 6 de mayo de 2019

[2] P. Jean-Michel AMOURIAUX, cjm, Carta a la Congregación de Jesús y María, Roma, 6 de diciembre de 2024

[3] Constituciones de la Congregación de Jesús y María, 75

[4] Francisco, Encuentro con los sacerdotes, religiosos/as, consagrados/as y seminaristas. Catedral de Santiago. Martes, 16 de enero 2018.

[5] San Juan Eudes, Manual del Buen Confesor, OC. IV, p 33

Un año jubilar sacerdotal para reconciliarnos y ser curados

Formación, misión y esperanza, tres claves para renovar la alegría de ser Eudistas

Por: P. Jorge Luis Baquero, cjm

El jubileo significa un tiempo de gracia y novedad al interior de la Iglesia, que orienta la mirada a dos ejes fundamentales de la comunidad eclesial: la espiritualidad y la misión. En la tradición bíblica y magisterial, iniciar y vivir la experiencia jubilar propicia el encuentro reconciliador con el rostro misericordioso del Padre (espiritualidad), que consecuentemente, suscita la fraternidad y la relación con los otros (misión).

De este modo, la propuesta del año 2025 “peregrinos de esperanza” es un impulso para descubrir que el Señor es fuente y culmen de esperanza y amor para el creyente, en la medida en que forma la convicción y el testimonio de ser comunicador o testigo de esperanza para una sociedad herida y ensombrecida. De ahí lo que señala el papa Francisco en la bula Spes non confundit: “La esperanza cristiana, de hecho, no engaña ni defrauda porque está fundada en la certeza de que nada podrá separarnos del amor divino”[1]. La esperanza de Dios nos encuentra en el camino, para que nosotros la hagamos brillar en nuestros pasos.

De acuerdo con lo anterior, el jubileo de los eudistas que tiene por nombre “Renovemos la alegría de ser eudistas”, es una manera de interpretar y vivir la propuesta jubilar convocada por el papa Francisco. Es una herramienta pedagógica y carismática para contemplar, indagar y divulgar cómo la espiritualidad y la misión eudista es peregrina de esperanza para el mundo.

En tanto se propicie este ejercicio interpretativo, la alegría de ser eudistas será una auténtica renovación, pues no se limita a un vínculo institucional, sino a la identidad con el Misterio de la Encarnación, plasmado en el símbolo de un corazón ardiente que nos ha sido dado, por el Padre, como el más grande de los dones para amar, construir y cuidar la comunidad. Al leerse de esta manera, la espiritualidad eudista es jubilar en su fundamento, al promover temáticas y símbolos que inspiran el encuentro reconciliador con el rostro del Padre y favorecen caminos para una misión esperanzada.

En el contexto histórico de san Juan Eudes ya existían los años jubilares cada 25 años. Durante su ministerio, en la Iglesia se promulgaron tres jubileos liderados por los papas Urbano VIII (1625), Innocenzo X (1650) y Clemente X (1675). Si bien la principal motivación radicaba en la práctica de la indulgencia y la peregrinación a los templos antiguos y tradicionales de Roma, también se abría la puerta al ejercicio misionero, a través de acciones y actitudes misericordiosas hacia los presos, enfermos, entre otras poblaciones[2]. Aunque Juan Eudes no hace referencia explícita en sus escritos a los “años santos”, su propuesta misionera y espiritual guardaba consigo un lenguaje jubilar para la Francia y la Iglesia de su tiempo.

El desarrollo de misiones populares con los enfermos de peste, las víctimas de las guerras de religión y los empobrecidos de su tiempo, junto a la predicación dirigida a laicos y ministros ordenados, la fundación de seminarios y el planteamiento de una enseñanza anclada en el bautismo, el sacerdocio y la encarnación, fueron el fermento del encuentro con lo divino y su respuesta evangelizadora en el gran “siglo de las almas”. San Juan Eudes fue, en su contexto, un propagador de la espiritualidad jubilar. Tres elementos identitarios de la tradición eudista, favorecen el camino para “renovar la alegría de ser eudistas” en perspectiva peregrina, en clave jubilar: formación, misión y esperanza.

  1. Formación

La formación es el itinerario del creyente que busca profundizar cotidianamente en su experiencia de fe; así lo plantea Juan Eudes en Vida y Reino de Jesús en las almas cristianas. No se trata únicamente de una formación intelectual, sino de la disposición para humanizarse a través de la relación con los otros, en donde se capta y revela el misterio de Cristo, donde lo humano y lo divino se integran y eternizan. El jubileo es un puente formativo para el cristiano, en tanto le permite indagar, discernir y profundizar sobre una espiritualidad relacional: fraterna y alegre por naturaleza, vencedora de los individualismos hirientes e inspiradora de la actitud y la obra reconciliadora y misericordiosa.

Lo que el santo francés plantea como “formación de Jesús en nosotros” no es otra cosa que una herramienta pedagógica para dimensionar el sentido e impacto de las relaciones humanas, no por sus propios méritos, sino por la inspiración de la gracia. En síntesis, formar a Jesús es disponerme para la comunidad, en la reconciliación, el amor y el camino junto a ella. ¡Vivir esta certeza ya es todo un jubileo!

  1. Misión

La misión es la vocación de toda comunidad eclesial, es esto clave en el pensamiento de Juan Eudes cuando afirma que la principal tarea de la Iglesia es “hacer nacer” a Jesús en el corazón de las personas. La tradición eudista está impregnada de evangelización y testimonio desplegado en diversos territorios y escenarios; en ambientes populares, educativos, sociales, mediáticos, culturales, intelectuales, entre otros. Acercarse a la misión de los eudistas es descubrir la vitalidad intuitiva para expresar un carisma, es decir, el valor de la creatividad y la novedad para construir el Reino desde la identidad bautismal, la belleza del Dios encarnado y la ternura de un corazón que se dibuja en una hoguera, en consonancia y diálogo con el mundo cambiante.

El jubileo es una experiencia esencialmente misionera, de ahí que la imagen o el símbolo del peregrino no sea únicamente una práctica cultual, sino el rostro del creyente que sale de sí mismo para palpar y adentrarse en las periferias existenciales. En este orden de ideas, así como se promueve la insigne tradición de visitar templos, ha de difundirse el significado del jubileo como un proceso evangelizador en salida. ¡El jubileo es un despertar misionero!

  1. Esperanza

Jubileo y esperanza son dos expresiones complementarias, no solo por el horizonte eclesial del 2025, sino porque no existe nada más esperanzador que la alegría humana. Ella representa una posibilidad de transformación y renovación permanente; en tiempos de guerra es expectativa de paz, en contextos heridos es propuesta de sanación, en lenguajes de muerte y descarte es rostro de salvación. Por eso la esperanza no defrauda, pues orienta la mirada en una alegría sutil pero impactante, capaz de hacerlo todo nuevo.

La alegría de ser eudistas, de identificarnos con la tradición espiritual del amor, significa buscar y crear todos los escenarios para visibilizar la esperanza en un mundo roto. Es un lenguaje profético que ha de resonar en toda la Iglesia, como lo proyectó Juan Eudes desde su contexto y herramientas. ¡Nuestra alegría de ser eudistas será por nuestro lenguaje de esperanza!

Formación, misión y esperanza, tres claves para renovar nuestra alegría de ser eudistas.

[1] Francisco. Spes non confundit, 3

[2] Jubileo 2025, jubileos en la historia: https://www.iubilaeum2025.va/es/giubileo-2025/giubilei-nella-storia.html

Meditaciones Jubilares Eudistas | El agua y el fuego que forman un corazón en la representación gráfica del  Año Jubilar Eudista

Meditaciones Jubilares Eudistas | El agua y el fuego que forman un corazón en la representación gráfica del Año Jubilar Eudista

Por: P. Hermes Flórez Pérez, cjm

Introducción

Ha iniciado el Año Jubilar Eudista, un “tiempo privilegiado para renovar la alegría de nuestra pertenencia, la alegría de nuestra vocación y el carisma que compartimos” (El Superior General, Carta a la Congregación de Jesús y María, diciembre 6 de 2024). Meditemos durante este tiempo en algunas realidades del año jubilar. Hablemos de la representación gráfica (tal vez isologo) y sus componentes. Por una parte, encontramos los textos que rodean la imagen: “Peregrinos de esperanza – Renovemos nuestra alegría de ser Eudistas” y junto a ellos los números 100 y 400; por otra parte visualizamos la imagen en sí misma: san Juan Eudes rodeado por un corazón que está compuesto por colores que simbolizan el agua (azul) y el fuego (rojo).

La expresión “Peregrinos de esperanza”, hace referencia al Jubileo de toda la Iglesia durante el próximo año; la frase “Renovemos nuestra alegría de ser Eudistas”, es la que focaliza el Jubileo de la Congregación; los 100 años indican el centenario de la canonización de san Juan Eudes (1925) y los 400 años recuerdan su aniversario de ordenación sacerdotal que conmemoramos el 20 de diciembre.

La imagen de san Juan Eudes en la Basílica de San Pedro en el Vaticano nos pone en el dinamismo eclesial que celebramos: la canonización del sacerdote francés en 1925; también encontramos el corazón como símbolo del amor y de la devoción al Corazón de Jesús y María que difundimos los eudistas; y por fin el agua y el fuego que, según el autor (José Navas, formando eudista) recuerdan una renovación por el agua y el fuego del Espíritu Santo. Su inspiración fue en el texto O.C. VI, 333-334. Demos un paso más en el contexto del texto que aparece en estas páginas de las Obras Completas (OC) de san Juan Eudes.

El texto inspirador en su contexto: los doce cuadros representativos del Corazón de María

Hemos dicho que la página de san Juan Eudes que está detrás del ‘isologo’ es O.C. VI, 333-334, que corresponde al Libro Tercero, capítulo V de su obra El Corazón de la Sagrada Madre de Dios. Allí nuestro santo reflexiona sobre el undécimo cuatro del santísimo Corazón de la santísima Virgen, que es la hoguera de los tres jóvenes israelitas. Se trata de un “horno milagroso descrito en el capítulo tercero de la profecía de Daniel” (O.C. VI, 326).

Mencionemos de forma rápida los doce cuadros, que están en O.C. VI. Para san Juan Eudes las figuras del Corazón admirable de la Madre del amor hermoso están presentes en el mundo y, en perspectiva bíblica, pueden encontrarse desde Moisés hasta Jesús.

Las partes principales del mundo donde se encuentran las figuras del Corazón de María (Libro II) son:

  1. El cielo
  2. El sol
  3. El medio de la tierra en el que Dios obra nuestra salvación
  4. El hontanar y fuente inagotable de infinidad de bienes
  5. El mar
  6. El paraíso terrenal

Las realidades que se ven en este mundo desde Moisés hasta la muerte de Jesucristo (Libro III) donde se encuentran las figuras del Corazón de María son:

  1. La Zarza ardiente vista por Moisés en el Horeb
  2. El Harpa celestial y divina
  3. El Trono real de Salomón
  4. El Templo maravilloso de Jerusalén
  5. La Hoguera de tres jóvenes israelitas
  6. El Calvario

Como se evidencia en esta numeración, nuestro cuadro inspirador se enmarca dentro de toda una propuesta bíblica aplicada al Corazón de María. Pudiéramos deducir inicialmente que si acogemos estos puntos de vista que nos da la representación gráfica estamos ante un jubileo que tiene como centro de renovación eudista la Palabra de Dios y el Corazón de María (de hecho el Jubileo inició en Venezuela el día de la Inmaculada Concepción de María). Pero dejemos de lado estas consideraciones iniciales y veamos brevemente aquello que san Juan Eudes medita en el undécimo cuadro del Corazón de María.

El undécimo cuadro representativo del Corazón de la Santa Virgen: la hoguera de los tres jóvenes israelitas

Sin la necesaria experticia bíblica, podemos decir que el texto de Daniel donde aparece el horno de Nabucodonosor se enmarca en Babilonia, en tiempos del destierro. Según Milán (2017) “tales historias reflejan la situación de los judíos en la diáspora oriental entre los siglos V-III a.C.” (p. 110). En este sentido, la sección del libro donde se encuentra nuestro texto (1-6), con toda la crítica frente a su redacción y composición, presentaría por lo menos tres aspectos: 1) una exhortación a los judíos a mantenerse fieles a los principios de su religión, y adorar únicamente a su Dios, aún en medio de las pruebas que puedan conducirles a la muerte; 2) la integración de los judíos a la sociedad pagana; 3) la presentación del pagano Daniel que alcanza éxito en la corte del rey (cf. Milán, Libros proféticos, p. 110). Se trata de realidades que tocan la identidad del pueblo y de cada individuo, la fidelidad en los momentos difíciles y las relaciones con su entorno.

Estos temas no son ajenos al Año Jubilar Eudista que nos lleva a pensar en la pertenencia, la vocación y el carisma compartido. Aunque las discusiones sobre la historicidad del texto han estado al orden del día, estas perspectivas que abre en orden a la identidad, a la fidelidad y a las relaciones serán trasversales en la historia de la salvación.

El libro de Daniel ha sido bastante utilizado en la tradición cristiana por varias de sus categorías, especialmente en lo que se refiere al Hijo del hombre aplicado a Jesucristo y al final de los tiempos. En el marco de esta tradición, también san Juan Eudes hace un aporte significativo, y lo relaciona desde la figura de María, específicamente enfocado a su corazón. ¿Será exitosa esta empresa de relacionar un horno pérfido con un horno divino?

La tensión entre dos hornos que despunta en el fuego y el rocío

Fiel a su manera de escribir, san Juan Eudes inicia la reflexión contraponiendo dos hornos: el horno de Nabucodonosor (donde envió a los tres jóvenes israelitas) y el horno del Corazón de María. Lamentablemente las páginas 333-334 no nos permiten descubrir en toda su riqueza esta relación, por lo que debemos extendernos más allá de ellas. A estas alturas nos hemos preguntado si esta relación no sería demasiado forzada. San Juan Eudes ya la imagina y nos invita a confiar porque ya ha sido utilizada por algunos santos y doctores, entre ellos san Juan Damasceno. Pero la cuestión sigue latente: ¿cómo se puede relacionar este cuatro de la impiedad (el horno de Nabucodonosor) con el Corazón de María?

Revisemos rápidamente esta relación de oposición entre los dos hornos: a) El horno de Daniel fue construido por un rey terreno; el horno del Corazón de María fue construido por el rey celestial; b) El horno de Daniel fue preparado para quemar a quienes no adoraran a Nabucodonosor; el horno del Corazón de María fue hecho para arder en los fuegos sagrados del divino amor; c) Los ministros del rey de Babilonia encendieron el fuego terrestre y material; Jesús prendió el fuego celeste y espiritual; d) El fuego del horno de Daniel  sube unos codos por encima de ese horno; el fuego del horno del Corazón de María sube hasta el cielo (hasta el corazón del Padre que es su Hijo, arrancándolo y atrayéndolo al seno de una Madre para la salvación del mundo). Es fuego de amor y caridad.

Aunque tienen finalidades diferentes y se contraponen, para san Juan Eudes estas realidades sucedidas en el pueblo de Israel tienen su despunte en el cristianismo: “veo en la hoguera de Babilonia grandes maravillas obradas en ella por el poder divino. Maravilloso contemplar una hoguera llena de fuegos y de llamas [une fournaise pleine de feux et de flammes], en medio de la cual sopla un viento refrescante como suave rocío [une douce rosée]: ‘el ángel hizo soplar en medio de la hoguera un viento como rocío’ (Dn 3, 50)” (O.C. VI, 333).

El pasaje bíblico sorprende a nuestro santo fundador, sobre todo porque ese horno no consume a quienes están adentro. Pareciera que los jóvenes están en un lugar de delicias: cantan alabanzas y salen más fuertes y vigorosos. Pero nuevamente recuerda: “¡Grandes prodigios los de esta hoguera de Babilonia! Pero son solo sombra de los milagros que se ven en la hoguera del Corazón sagrado de la reina de los ángeles” (ibid.). Es aquí donde comienza el texto que se nos propone como marco de la representación gráfica del Jubileo Eudista.

Agua y fuego en la representación gráfica del Jubileo Eudista

En medio de la sorpresa o, digámoslo, del estupor, san Juan Eudes se pregunta: “¿No es prodigio grande ver el fuego y el agua convivir juntos, en medio de los ardores de esta hoguera, sin que el fuego disminuya en nada el frescor del agua ni que la frescura del agua desvanezca en algo el ardor del fuego? ¿Qué clase de fuego es este? ¿Y esta agua?” (O.C. VI, 333). La traducción española que conozco omite una parte del texto francés y une las dos preguntas sobre el agua y el fuego, sin embargo, el texto completo es: «Quel est ce feu? C’est le feu de l’amour sacré qui brûle dans ce Cœur virginal. Quelle est cette eau ? C’est l’eau des tribulations dont ce saint Cœur a souvent été rempli. » : el fuego del amor sagrado que arde y el agua de las tribulaciones con que muchas veces se ha llenado el Corazón.

Este es el abatimiento de nuestro corazón: el amor y la tribulación. Ojalá que una clave de renovación en este Año Jubilar Eudista sea de una conciencia de este “combate interior”. San Juan Eudes nos lo dice mejor: “La profusión del amor atrajo la abundancia de las aflicciones y las aguas de las tribulaciones sirvieron de leña para mantener y atizar el fuego del amor” (O.C. VI, 334). Creo que esta manera de ver nuestra vida personal y de comunidad se convierte en un antídoto frente a aquellas situaciones que el padre Jean-Michel Amouriaux nos manifiesta en su carta: el desencanto y la desilusión, la fragilidad del vínculo, la poca perseverancia en la prueba, los abusos…

En el cambio de situación, el eudista es quien debe dar el paso. San Juan Eudes lo invita a decidirse entre el horno de la esclavitud (el de Nabucodonosor) y el horno de la libertad (aquel que tenemos como tesoro en nuestra Congregación): “¿Quieres, querido hermano, evitar esta desgracia [la del horno de Nabucodonosor]? Entrega tu corazón a la reina de los corazones y suplícale que te dé a su Hijo. Ruégale que encienda en ti ese fuego que él vino a traer a la tierra, según su infinito deseo.” (O.C.VI, 336). Es decir: una vez que en libertad el eudista da el primer paso, Dios enciende la llama del amor primero.

¿Eliges el horno del Corazón de María para arrancar el tuyo y convertirte en una antorcha? Claves para nuestra renovación en clave jubilar

Creo que, con las reflexiones anteriores podemos tener ante nuestros ojos una perspectiva para vivir el Año Jubilar Eudista. El recorrido por el texto que ha inspirado el isologo nos invita a dar un paso más allá y poder suscitar un “trasplante de corazón”. Pero dejemos que sea san Juan Eudes mismo quien nos ayude a entender mejor lo que queremos vivir en el contexto del cuadro sobre el Corazón de María que estamos meditando:

“…arranca de tu corazón cuanto pueda poner obstáculo. Si ese fuego ya arde en tu corazón esfuérzate por avivarlo más y más mediante la meditación de las verdades evangélicas, por la práctica de las virtudes cristianas y especialmente por el ejercicio del divino amor y de la caridad. No te contentes solo con esto. Anhela con el Hijo de Dios, que todo el mundo sea abrasado con este fuego celestial. Trabaja con él para prenderlo por doquier. Será muy del agrado de su divina Majestad. Todos cuantos desean complacerle que se empleen plenamente en esto, sobre todo aquellos que ha escogido especialmente para ser sus cooperadores en la salvación de las almas. Toma una antorcha en la mano y mete ese fuego divino en todo el mundo si te es posible. Si me preguntas de qué antorcha se trata te respondo que tú mismo debes ser esa antorcha” (O.C. VI, 336-337).

Finalmente, como se intuye, la consecuencia de ese amor incluye la dinámica de entrar al corazón y salir para encender el corazón de los demás:

“¿Dónde vas a encender esa antorcha y dónde vas a tomar el fuego que debes prender en los corazones de los hombres? En el Corazón divino de la madre de amor. Acércate a menudo, con respeto y veneración, a esta sagrada hoguera; considera atentamente los divinos ardores de que está incendiada; imita el amor y la caridad que la inflaman; suplica humildemente a esta caritativa Madre que envíe a tu corazón algunas chispas de ese fuego celestial que arde en su Corazón.

Cuando tu antorcha arda vigorosamente, podrás prender fuego por doquier, a izquierda y derecha; lo encenderás en los corazones de los buenos y lo harás brillar en el corazón de los malos, por el santo ejemplo de tus acciones, por el fervor de tus oraciones y por la luz de tus enseñanzas” (337-338).

El Año Jubilar, un tiempo privilegiado para encender el corazón

Para finalizar, quisiera recordar las palabras iniciales de esta meditación, que nuestro Superior General nos ha escrito sobre lo que es el Jubileo Eudista: “tiempo privilegiado para renovar la alegría de nuestra pertenencia, la alegría de nuestra vocación y el carisma que compartimos”. Se trata de tres palabras: pertenencia, vocación y carisma. Hemos encontrado algunos acentos en el texto bíblico: fidelidad, relación, identidad. Y ahora, al final del recorrido san Juan Eudes nos ha recordado que el amor y la tribulación se abaten en el corazón. Por lo tanto, en este “combate espiritual” del corazón, el eudista está invitado a arrancar los obstáculos que se interponen a la renovación de la alegría de nuestra pertenencia, de nuestra vocación y del carisma que compartimos. Este proceso seguramente no parte de cero, pero requiere un esfuerzo constante por medio de la meditación de la Palabra de Dios (a ejemplo de María), el ejercicio de las virtudes, el ejercicio del amor divino y la caridad.

Sin embargo, para encenderse en este amor y encender al mundo, el Eudista debe regresar constantemente al Corazón de Jesús y María, suplicándole a ellos, sus Superiores, que envíen a su corazón algunas chispas de ese fuego divino. Esta puede ser nuestra súplica en este Año Jubilar Eudista.

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