Por: P. Jorge Luis Baquero, cjm
El jubileo significa un tiempo de gracia y novedad al interior de la Iglesia, que orienta la mirada a dos ejes fundamentales de la comunidad eclesial: la espiritualidad y la misión. En la tradición bíblica y magisterial, iniciar y vivir la experiencia jubilar propicia el encuentro reconciliador con el rostro misericordioso del Padre (espiritualidad), que consecuentemente, suscita la fraternidad y la relación con los otros (misión).
De este modo, la propuesta del año 2025 “peregrinos de esperanza” es un impulso para descubrir que el Señor es fuente y culmen de esperanza y amor para el creyente, en la medida en que forma la convicción y el testimonio de ser comunicador o testigo de esperanza para una sociedad herida y ensombrecida. De ahí lo que señala el papa Francisco en la bula Spes non confundit: “La esperanza cristiana, de hecho, no engaña ni defrauda porque está fundada en la certeza de que nada podrá separarnos del amor divino”[1]. La esperanza de Dios nos encuentra en el camino, para que nosotros la hagamos brillar en nuestros pasos.
De acuerdo con lo anterior, el jubileo de los eudistas que tiene por nombre “Renovemos la alegría de ser eudistas”, es una manera de interpretar y vivir la propuesta jubilar convocada por el papa Francisco. Es una herramienta pedagógica y carismática para contemplar, indagar y divulgar cómo la espiritualidad y la misión eudista es peregrina de esperanza para el mundo.
En tanto se propicie este ejercicio interpretativo, la alegría de ser eudistas será una auténtica renovación, pues no se limita a un vínculo institucional, sino a la identidad con el Misterio de la Encarnación, plasmado en el símbolo de un corazón ardiente que nos ha sido dado, por el Padre, como el más grande de los dones para amar, construir y cuidar la comunidad. Al leerse de esta manera, la espiritualidad eudista es jubilar en su fundamento, al promover temáticas y símbolos que inspiran el encuentro reconciliador con el rostro del Padre y favorecen caminos para una misión esperanzada.
En el contexto histórico de san Juan Eudes ya existían los años jubilares cada 25 años. Durante su ministerio, en la Iglesia se promulgaron tres jubileos liderados por los papas Urbano VIII (1625), Innocenzo X (1650) y Clemente X (1675). Si bien la principal motivación radicaba en la práctica de la indulgencia y la peregrinación a los templos antiguos y tradicionales de Roma, también se abría la puerta al ejercicio misionero, a través de acciones y actitudes misericordiosas hacia los presos, enfermos, entre otras poblaciones[2]. Aunque Juan Eudes no hace referencia explícita en sus escritos a los “años santos”, su propuesta misionera y espiritual guardaba consigo un lenguaje jubilar para la Francia y la Iglesia de su tiempo.
El desarrollo de misiones populares con los enfermos de peste, las víctimas de las guerras de religión y los empobrecidos de su tiempo, junto a la predicación dirigida a laicos y ministros ordenados, la fundación de seminarios y el planteamiento de una enseñanza anclada en el bautismo, el sacerdocio y la encarnación, fueron el fermento del encuentro con lo divino y su respuesta evangelizadora en el gran “siglo de las almas”. San Juan Eudes fue, en su contexto, un propagador de la espiritualidad jubilar. Tres elementos identitarios de la tradición eudista, favorecen el camino para “renovar la alegría de ser eudistas” en perspectiva peregrina, en clave jubilar: formación, misión y esperanza.
- Formación
La formación es el itinerario del creyente que busca profundizar cotidianamente en su experiencia de fe; así lo plantea Juan Eudes en Vida y Reino de Jesús en las almas cristianas. No se trata únicamente de una formación intelectual, sino de la disposición para humanizarse a través de la relación con los otros, en donde se capta y revela el misterio de Cristo, donde lo humano y lo divino se integran y eternizan. El jubileo es un puente formativo para el cristiano, en tanto le permite indagar, discernir y profundizar sobre una espiritualidad relacional: fraterna y alegre por naturaleza, vencedora de los individualismos hirientes e inspiradora de la actitud y la obra reconciliadora y misericordiosa.
Lo que el santo francés plantea como “formación de Jesús en nosotros” no es otra cosa que una herramienta pedagógica para dimensionar el sentido e impacto de las relaciones humanas, no por sus propios méritos, sino por la inspiración de la gracia. En síntesis, formar a Jesús es disponerme para la comunidad, en la reconciliación, el amor y el camino junto a ella. ¡Vivir esta certeza ya es todo un jubileo!
- Misión
La misión es la vocación de toda comunidad eclesial, es esto clave en el pensamiento de Juan Eudes cuando afirma que la principal tarea de la Iglesia es “hacer nacer” a Jesús en el corazón de las personas. La tradición eudista está impregnada de evangelización y testimonio desplegado en diversos territorios y escenarios; en ambientes populares, educativos, sociales, mediáticos, culturales, intelectuales, entre otros. Acercarse a la misión de los eudistas es descubrir la vitalidad intuitiva para expresar un carisma, es decir, el valor de la creatividad y la novedad para construir el Reino desde la identidad bautismal, la belleza del Dios encarnado y la ternura de un corazón que se dibuja en una hoguera, en consonancia y diálogo con el mundo cambiante.
El jubileo es una experiencia esencialmente misionera, de ahí que la imagen o el símbolo del peregrino no sea únicamente una práctica cultual, sino el rostro del creyente que sale de sí mismo para palpar y adentrarse en las periferias existenciales. En este orden de ideas, así como se promueve la insigne tradición de visitar templos, ha de difundirse el significado del jubileo como un proceso evangelizador en salida. ¡El jubileo es un despertar misionero!
- Esperanza
Jubileo y esperanza son dos expresiones complementarias, no solo por el horizonte eclesial del 2025, sino porque no existe nada más esperanzador que la alegría humana. Ella representa una posibilidad de transformación y renovación permanente; en tiempos de guerra es expectativa de paz, en contextos heridos es propuesta de sanación, en lenguajes de muerte y descarte es rostro de salvación. Por eso la esperanza no defrauda, pues orienta la mirada en una alegría sutil pero impactante, capaz de hacerlo todo nuevo.
La alegría de ser eudistas, de identificarnos con la tradición espiritual del amor, significa buscar y crear todos los escenarios para visibilizar la esperanza en un mundo roto. Es un lenguaje profético que ha de resonar en toda la Iglesia, como lo proyectó Juan Eudes desde su contexto y herramientas. ¡Nuestra alegría de ser eudistas será por nuestro lenguaje de esperanza!
Formación, misión y esperanza, tres claves para renovar nuestra alegría de ser eudistas.
[1] Francisco. Spes non confundit, 3
[2] Jubileo 2025, jubileos en la historia: https://www.iubilaeum2025.va/es/giubileo-2025/giubilei-nella-storia.html
Comentarios recientes