Entrevista al Padre Guillermo Acero, CJM, desde el Perú

En el marco del reciente inicio del pontificado de León XIV, conversamos con el Padre Guillermo Acero, CJM, rector del Seminario Santo Toribio de Mogrovejo en Lima (Perú), sobre el perfil espiritual, pastoral y humano del nuevo Papa. Desde su experiencia misionera en tierras peruanas, el Padre Guillermo comparte una mirada cercana y profunda sobre el significado de este nuevo pontificado para la Iglesia universal y para América Latina.

¿Cómo influye la diversidad cultural del Papa León XIV —con raíces francesas, italianas, caribeñas y estadounidenses— en su visión pastoral y su cercanía con los migrantes?

Es una mezcla muy interesante. Él no solo ha viajado: lleva en su sangre la experiencia migrante. Quienes participamos de esa historia, entendemos que el mundo entero puede sentirse como patria. León XIV lo refleja en gestos como hablar en español desde el balcón del Vaticano, mencionar Chiclayo, recordar su paso por el Perú. Eso no es un guiño diplomático: es identidad. Él no se pertenece a una sola tierra, sino que ha hecho del mundo su casa y del pueblo de Dios, su familia. Esa amplitud de corazón lo conecta con todos, especialmente con quienes viven el desarraigo y la búsqueda.

¿Qué nos dice su historia misionera en el Perú sobre su visión de Iglesia?

Mucho. Fue enviado desde joven a Chulucanas, una de las zonas más empobrecidas del norte del Perú, y luego a Trujillo y Chiclayo. Allí vivió más de tres décadas. Experimentó de cerca la pobreza, la marginalidad, el abandono del campo. Y eso marcó su sensibilidad. Muchos peruanos lo consideran “uno de los suyos”, no solo porque vivió aquí, sino porque compartió la vida de la gente con sencillez, con ternura, con entrega. Esa experiencia lo ha hecho profundamente latinoamericano, y ha despertado un reconocimiento espontáneo en la Iglesia peruana.

El Papa León XIV pertenece a la Orden de San Agustín. ¿Cómo influye esto en su espiritualidad y en su forma de liderar?

La espiritualidad agustiniana lo ha formado profundamente. Los agustinos tienen una fuerte tradición intelectual, mística y comunitaria. Su lema, “un solo corazón y una sola alma hacia Dios”, se refleja en la centralidad del corazón como símbolo teológico y pastoral. Para nosotros los eudistas, eso es muy significativo, porque también vivimos la espiritualidad del Corazón de Jesús. Además, León XIV fue superior general de su orden, presente en más de 50 países. Esa experiencia le ha dado un conocimiento muy concreto de la Iglesia universal, de sus desafíos y de su diversidad. A diferencia de otros papas recientes, él no solo piensa en clave universal: ha vivido en clave universal.

¿Este perfil misionero del Papa es también un llamado a la Iglesia de hoy?

Totalmente. Su vida y su magisterio son un llamado urgente a recuperar la dimensión misionera como esencia de la identidad cristiana. No se puede ser cristiano sin ser misionero. Lo vimos ya con Pablo VI, con Juan Pablo II —el Papa viajero—, con Benedicto XVI —más reservado, pero con pensamiento global—, y por supuesto con Francisco, cuya obra programática ha sido Evangelii Gaudium. León XIV continúa esta línea, recordándonos que evangelizar no es una tarea más, sino el corazón mismo de la Iglesia.

¿Qué mensaje cree usted que transmite el Papa León XIV a las nuevas generaciones?

El Papa está desafiando especialmente a los jóvenes. Les dice: no se conformen, no se queden en lo mínimo. Ustedes tienen una fuerza interior, una capacidad de amar, de soñar, de transformar el mundo desde el servicio. En una sociedad marcada por el individualismo y la virtualidad, él nos invita a mirar al otro, a salir, a tocar las heridas del mundo, a construir sentido a partir del servicio. Su vida muestra que es posible entregar la existencia entera por amor, y que ese amor es lo único capaz de dar profundidad verdadera a la vida.

¿Qué significado ha tenido para la Iglesia peruana la elección del Papa León XIV, considerando su cercanía con esta tierra?

Al principio, fue una sorpresa. Aunque había sido obispo aquí durante años, muchos no lo asociaban directamente con una eventual elección papal. Pero apenas se anunció su nombre y se escuchó su saludo desde el balcón, la reacción fue inmediata: “¡Es uno de los nuestros!” Empezaron a salir recuerdos, anécdotas, fotos, testimonios. Fue obispo de Chiclayo, habló siempre en español, vivió en comunidades muy humildes, comió nuestra comida, recorrió nuestro país. Todo eso fue generando un vínculo afectivo profundo con el pueblo peruano. Hoy se le reconoce no solo como un Papa cercano, sino como alguien que conoce y ama esta tierra.

¿Qué desafíos plantea su figura para la Iglesia en Perú, especialmente en cuanto a comunión y misión?

Uno de los grandes desafíos es el de la unidad. El Perú tiene una Iglesia con muchas corrientes, estilos, carismas, y también una fuerte influencia en la misión. El Papa León XIV, por su experiencia, es una figura capaz de tender puentes. Ha vivido en medio de esa diversidad y sabe cómo acompañarla. Su elección es una oportunidad providencial para avanzar en el camino de la sinodalidad, del diálogo, de la acogida de la diferencia. Él no viene a uniformar, sino a construir comunión en la diversidad.

Desde su mirada eudista, ¿cómo interpela este Papa a los Eudistas del Minuto de Dios en el Perú?

Nos interpela profundamente. Nos recuerda que nuestro lugar natural es la periferia, que nuestra vocación nace con los pobres y para los pobres. El Papa vivió en las zonas más excluidas del norte peruano. Eso no fue circunstancial: fue formativo. Hoy, como Eudistas del Minuto de Dios, estamos presentes en ciudades como Arequipa y Lima, pero este Papa nos empuja a no olvidar que fuimos llamados para estar donde nadie más quiere ir. Él nos está diciendo: no se queden en la comodidad de lo urbano, escuchen el clamor de las regiones, de los olvidados, de las fronteras.

¿Qué llamado cree usted que el Papa León XIV hace a la Iglesia de América Latina?

Nos está invitando a soñar en grande. A recuperar la mística misionera. A dejar de ser una Iglesia autorreferencial y a volver a las fuentes del Evangelio: la compasión, la entrega, la apertura, la alegría. Y lo hace no desde la teoría, sino desde la experiencia. León XIV ha vivido entre nosotros, ha compartido la vida de nuestras comunidades, ha conocido nuestros desafíos. Y ahora, como Sucesor de Pedro, tiene la autoridad moral y pastoral para recordarnos que la Iglesia es más creíble cuando se hace pobre con los pobres, cuando sirve con ternura y cuando camina con el pueblo.

 

Desde la Provincia Eudista Minuto de Dios, nos unimos en oración por el ministerio del Papa León XIV. Que el Espíritu Santo lo fortalezca en su misión, y que su testimonio de universalidad, misericordia y fidelidad al Evangelio inspire a toda la Iglesia a caminar con alegría, con valentía y con corazón misionero.