Por: P. Hermes Flórez, cjm
«La obligación de un pastor es el ejercicio de la caridad. Debe ser todo caridad para escuchar a cada uno; para hablar dulce y amigablemente a todos; para mostrarse benigno a cuantos lo abordan…»
(San Juan Eudes, El buen confesor, OC IV, 187)
El arte de la escucha depende, según san Juan Eudes, de la caridad, especialmente si se considera como disposición del pastor que trabaja por la salvación de las almas. Años atrás, nuestro fundador había escrito que, en el marco de este celo por la salvación de las almas, era necesario «tener una caridad especial, en particular de tus allegados y de quienes dependen de ti, y buscarás su salvación por todos los medios a tu alcance»[1]. Por tanto, aquel que posee la caridad está habilitado para «escuchar con los oídos del corazón», como nos enseñó nuestro muy querido papa Francisco[2], cuando alertó sobre la pérdida de la capacidad de escuchar. A continuación se ofrece una experiencia concreta de lo que ha producido un proceso de escucha en un servidor y que seguramente usted como lector se sentirá identificado.
La paciente escucha durante largo tiempo
Como parte de su ejercicio pastoral este sacerdote tuvo la posibilidad de compartir y llevar la vida pastoral, durante un mes, con otro hermano en el ministerio, quien acompaña once parroquias (cerca de 30 capillas) en una zona rural de España. El sacerdote español, de una extraordinaria capacidad para asistir y sacar una sonrisa a sus parroquianos, no oculta el desafío de la atención a la vida sacramental en todas sus parroquias, así como la siempre necesaria caridad pastoral (ministerial) para ayudar en este importante apostolado.
Durante horas compartimos la vida y la situación que vivía mi hermano sacerdote y que ciertamente me interpeló el corazón y la visión de mi propio ministerio: ¿cómo puedo apoyar a mi hermano sacerdote? ¿Sirve en algo esta compañía al menos para que el sacerdote pueda descansar? ¿Y después de mi partida todo volverá a la misma situación? ¿Basta una respuesta tipo “tenga paciencia”, “busque ayuda de otros sacerdotes para que lo puedan orientar”, “hable con un especialista”, “Dios le ayudará y le recompensará” etc.? Todo esto, sin negar su importancia, ¿llega a satisfacer del todo a este ministro incansable? Sin dudas que muchas de estas preguntas y sus respuestas ya las conoce aquel sacerdote que vive silenciosamente estas situaciones; todo esto seguramente se une en ocasiones a la incomprensión de muchos de sus hermanos o inclusive de sus fieles que podemos juzgar únicamente la situación desde nuestros intereses particulares.
La disposición para cambiar de idea o la hipótesis de partida
Desde mi carisma fundacional de “evangelizador-formador” tenía respuestas preestablecidas, la más común, “busquemos ayuda con un especialista” con todas las estrategias de acompañamiento que existen. Pero tal vez esto ya lo hacía el sacerdote cuando contaba sus realidades que necesitaban ser escuchadas con arte, con genio, con disposición, con inspiración, con creatividad. El problema no radicaba tanto, al menos eso creo, en acomodar lo que me decía mi hermano sacerdote a una especie de “duálogo”[3], en el que él me decía y yo le respondía con recetas prestablecidas sobre la manera como “ideaba” un cambio en la situación. Pero al mismo tiempo recordaba las palabras del papa Francisco: “en la acción pastoral, la obra más importante es el ‘apostolado del oído’, escuchar antes de hablar” y también: “La comunión no es el resultado de estrategias y programas sino que se edifica en la escucha recíproca entre hermanos y hermanas”.
Todas estas situaciones me han conmovido interiormente: la situación del sacerdote, su intensidad pastoral, su soledad ministerial, las soluciones insuficientes que podemos dar y cómo podemos hacer más efectivo un acompañamiento mediante el arte de la escucha de nuestros hermanos en el ministerio. Sin embargo, las preguntas siguen: ¿cómo hacer más preciso el apoyo que este hermano necesita? Su situación es que requiere ayuda concreta para acompañar a los fieles que le fueron confiados; el desafío es que necesita una mano en tal situación; la caridad pastoral es estar con él y ayudar en un lugar donde se requieren sacerdotes para continuar con el anuncio del Evangelio.
¿Será suficiente pensar en ideas o planes nuevos de acompañamiento y de escucha sacerdotal? ¿No será mejor cambiar de idea o de hipótesis de partida para que, escuchando, podamos sencillamente “estar con quienes nos necesitan”? ¿Daremos por fin el tercer paso de la misericordia: hacerla efectiva? En fin, no se pretenden dar soluciones, sino sencillamente interpelar el corazón.
Orientarse en una sinfonía de voces
Hoy la escucha como arte (y también como don de Dios) es indispensable en los procesos de acompañamiento como bien lo sabemos. Pero hace falta afianzar un poco más el acompañamiento personal que no es escuchar y dar recetas, sino “estar”. Tal vez estos procesos sean más desafiantes y se queden muy en el terreno de lo específico y de lo concreto y se conviertan en una fatiga para quienes servimos a los sacerdotes, pero seguramente es una manera de entender mejor las situaciones muy particulares que viven tantos hermanos en el ministerio.
El apostolado del oído no se deja encasillar por patrones generales sino que entiende de sentimientos, de pensamientos, de afectos, de emociones y de muchos otros asuntos que afectan a alguien con un rostro y con una historia (una tentación del laicado clericalizado o del mismo clericalismo es ocultar esta dimensión tan esencial de la persona del ministro). ¿Estaremos capacitados para hacerlo? ¿Seremos capaces de caminar con estas historias sagradas de los hermanos?
Al final, escuchar por caridad pastoral
Como se lee, esta reflexión está marcada por el sentimiento y el afecto que encuentran eco en el corazón. Escuchar es más que oír efectivamente; pero también es más que estar prontos a dar la receta o el remedio; también es más que animar para que el otro cumpla con su apostolado; me atrevería a afirmar que escuchar por caridad pastoral es estar física y espiritualmente disponibles ante quien se siente abatido y consumido en su celo apostólico por la salvación de las almas. ¡Y en este punto sí que necesito hacer escuela yo en primer lugar! Ya no sería la comunidad que acompaña sacerdotes, sino el sacerdote que acompaña a este sacerdote integralmente: de corazón a corazón.
Bibliografía
Francisco. Mensaje para la 56 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Librería Editrice Vaticana, Roma 2022. https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/communications/documents/20220124-messaggio-comunicazioni-sociali.pdf
Saint Jean Eudes. Le Royaume de Jésus. Imprimerie Lafolye Frères, Vannes, 1989.
Saint Jean Eudes. Le bon confesseur. Imprimerie Lafolye Frères, Vannes, 1907.
[1] Saint Jean Eudes, Le Royaume de Jésus, 264.
[2] Francisco, Mensaje para la 56 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (24 enero 2022).
[3] Kaplan, A., The life of dialogue, en J. D. Roslansky ed., Communication. A discussion at the Nobel Conference, North-Holland Publishing Company – Amsterdam 1969, 89-108, citado por el Papa Francisco en su Mensaje del 2022 previamente mencionado.
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