Una Senda de Servicio y Verdad: Institución de Ministerios y Renovación de Asociados Eudistas en “La Misión”
Por: José Gregorio Navas, Candidato Eudista
En el marco del Jubileo Eudista que celebra el centenario de su canonización y los 400 años del sacerdocio de San Juan Eudes, la Casa de Formación La Misión vivió una tarde de gracia, compromiso y profunda alegría espiritual.
Con un corazón colmado de gratitud y esperanza, la Comunidad Local de la Casa de Formación “La Misión” se congregó ayer en una Eucaristía impregnada de un palpable amor a Dios. La celebración tuvo como momento central la institución de los ministerios laicales de Lectorado y Acolitado, así como la renovación del compromiso de trece Asociados Eudistas.
Fueron instituidos como lectores: Francisco Zamora, Carlos Rodríguez, Wilmer González y Víctor Cruz. Y como acólitos: Leonardo Ramírez, Juan Arismendi, Carlos Vargas y José Navas.
Renovaron su compromiso en la Asociación Eudista: Luisa Rodríguez, Yineth Aparicio, Patricia Cárdenas, Sayleth Gómez, Marcela Sánchez, Helena Parra, Johanna Manrique, César Ramírez, Flor Castro, Yuseli Araque, José Argenis Mendoza, Jeannette Reyes y Fanny Rojas.
La celebración, presidida por el Padre Germán Gándara, cjm, Superior Provincial, encontró su alma en el Evangelio del día (Lc 11, 47-54), un pasaje que interpela directamente a la conciencia del creyente. Desde esta Palabra, el Padre Gándara tejió una homilía que fue a la vez un llamado urgente y un aliento fraterno para todos los presentes, pero de manera especial para los nuevos ministros.
Un Llamado a Ser Voz y a Servir en el Altar: Amando la Verdad
“La Iglesia necesita discípulos, misioneros y testigos”, proclamó el p. Germán, subrayando que la Iglesia, la Congregación y la Provincia Eudista Minuto de Dios requieren del “indulto de Dios”. En un mundo con tantos que “han perdido la voz porque, y que ya no tienen lágrimas”, el Padre Gándara dirigió una palabra clave a los instituidos: “El Señor, desde su Iglesia, nos llama hoy —a ustedes, ministros lectores y acólitos— a ser voz de los que ya no pueden hablar”.
Dejó claro que estos ministerios, lejos de ser títulos honoríficos, son una inserción radical en el proyecto pastoral de Cristo: “Está lejos de ser una tarea mediocre, perezosa o indiferente”, afirmó. “No podemos convertirnos en un rebaño perezoso”.
Con una claridad profética, la homilía iluminó el núcleo de la misión: el amor a la verdad. “Hay un llamado urgente a no pactar con la mentira ni con quienes hacen el mal; a rechazar esas alianzas, incluso con aquellos religiosos que son como los que Jesús tuvo que afrontar”, exhortó, siguiendo la contundente advertencia de Jesús a los maestros de la ley.
Dirigiéndose directamente a los candidatos, les instó: “Amen la verdad, es decir, amen a Jesucristo. No permitan que en sus corazones exista algo o alguien que reciba más amor que el mismo Cristo”. Reconociendo el miedo que conlleva esta misión – “miedo a denunciar las injusticias”, “miedo a desenmascarar los planes del mal” – los invitó a suplicar “la fuerza del Espíritu Santo para que ese amor a la verdad y esa vocación profética que todos hemos recibido en el bautismo superen el miedo y la complacencia”.
El Padre Gándara recordó a los candidatos la gran responsabilidad que supone convertirse en “ministros de la Palabra y ministros del altar”, una responsabilidad cimentada en la coherencia y la fidelidad. “El candidato que aspira a las órdenes sagradas debe tener una conducta intachable, una vida transparente y una unidad interior a prueba de todo ego, de toda búsqueda de poder o comodidad”.
Los invitó a “configurarse con Cristo”, como instó el Padre Helio en el Directorio de la Formación Inicial, asegurándoles que en ese camino “su vida recobrará la senda de la alegría, la esperanza y la paz”.
Ecos Eudistas: El Corazón, Altar del Amor Divino
Esta celebración encuentra un profundo eco en la espiritualidad del Corazón de Jesús, legada por San Juan Eudes, que ofrece una lente privilegiada para comprender estos ministerios. Desde esta tradición, el Lectorado se vislumbra como un servicio a la Palabra que, como enseñaba el santo, “es el Corazón de Dios” (OC III, 54). Por su parte, el Acolitado se inserta en el misterio del altar, que encuentra su símbolo supremo en el Corazón de Jesús, descrito por Juan Eudes como “no sólo el templo sino también el altar del amor divino”.
Así, el binomio Palabra y Altar quedó espiritualmente unido en la única misión de Cristo. Los nuevos ministros están llamados a configurarse con el Soberano Sacerdote que, desde el altar de su Corazón, se ofrece sin cesar como víctima de amor. Este es el fuego divino en el que, siguiendo la invitación del fundador, todos están llamados a consumirse en el servicio a la Iglesia.
Así, un momento de particular emoción fue la renovación de la asociación de trece laicos consagrados. Su compromiso pone de relieve, como bien se ha reflexionado en la comunidad, “los vínculos entre espiritualidad, fraternidad y compartir la misión”. Su crecimiento es un signo de esperanza y una apertura de nuevos espacios de colaboración para la misión eudista, encarnando el carisma de ser misioneros de la misericordia en los diversos ambientes del mundo.
400 Años del Sacerdocio Eudista: Un Legado que Perdura
En el contexto del Jubileo, esta celebración actualiza el fuego misionero que encendió San Juan Eudes al ser ordenado sacerdote en 1625. Su convicción de que “El pastor y el sacerdote deben ser el protector, defensor, consolador, padre y refugio de los oprimidos y de los miserables” resonó en cada palabra de la homilía y en cada compromiso asumido.
Como aquel joven Juan Eudes que, movido por la caridad, llevaba el viático a los apestados colgado de su cuello, los nuevos lectores, acólitos y asociados eudistas son invitados hoy a salir sin miedo, a llevar la Palabra que consuela y el Pan que alimenta, a ser, en palabras del Siervo de Dios Padre Rafael García-Herreros, esos “muchachos” que cogen “la vida entera” en su juventud y le dicen al Señor: “Aquí la tienes, te la pongo a tu servicio”.
La Eucaristía concluyó con una oración ferviente del celebrante: “Pido al Señor que ustedes, lectores y acólitos, sean fieles junto con nosotros al llamado que el Señor nos hace hoy: servir con humildad, amar con pasión y anunciar con valentía la verdad del Evangelio”. Una misión que, 400 años después, sigue tan vigente como el primer día.


























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